¿Qué tal te llevas con los hospitales? Y no me refiero ya sólo como enfermo, si no como acompañante o visitante.  No es un plato de gusto visitar un hospital. Por una parte, nos hacemos conscientes de nuestra fragilidad. Cuando caminas por el hospital y ves los diferentes carteles y salas, es un recordatorio de los múltiples problemas de salud que podrían llegar a sucederte.

Otro de los ingredientes que hacen más difícil la visita o estancia en un hospital es darse cuenta de su practicidad, su carácter racional. Lo que para ti es un grave problema, para ellos es algo cotidiano y que tratan con toda objetividad y de modo “agresivamente práctico”. Así, suelen tener todo organizado pensando en que sea práctico y rápido, antes que cómodo y familiar. Lo ideal sería que pudieras estar tranquilo y sosegado, además de bien atendido desde el punto de vista técnico.

¿Cómo podemos contribuir, como acompañantes o visitantes de un enfermo, a que su estancia sea más agradable?

En primer lugar, estando ahí. Muchas veces, el enfermo que aguarda una intervención, pasa momentos bastante angustiosos. Lo que suele necesitar es compañía. Y una compañía atenta, que no esté mirando con un ojo al enfermo y con el otro ojo a su vida cotidiana. No es necesario que inventes conversación. Basta con que estés ahí, pero con actitud de ayuda y compañía, pendiente de sus necesidades, ayudando a solventar los problemas que el paciente verbalice, ante su impotencia de estar recluido en el hospital.

En segundo lugar, intenta empatizar, ponerte en el lugar de esa persona, descubrir qué puede necesitar, fundamentalmente cariño, apoyo, tu sonrisa y cercanía. Hay que tener la piel muy fina y afinar la empatía y el sentido común.

Cuando lo que hacemos es visitar al enfermo, intentemos visitas cortas, mostrar nuestro cariño con la mera presencia, llevarle algo práctico que pueda necesitar (algo rico de comer, un cargador de móvil…). Ponerse a disposición del acompañante, para suplirle durante un rato y que pueda descansar. Bajar a comprar algo necesario. Suelen echar de menos algo de ropa, caprichos culinarios, el cargador del móvil, un periódico, libro o revista.

Si tu tarea es acompañar al enfermo en su estancia, intenta que esté cómodo: Controlar las visitas en cantidad y duración. Tú sabes las necesidades del enfermo, si le apetece compañía, alarga las visitas. Si necesita descanso, acórtalas educadamente (esto último suele ser lo normal tras un parto). Preocúpate de que tenga aquello que necesite: Ropa cómoda, algún capricho de comida rica (si se lo permiten), facilidades de aseo, medios para divertirse (libros, móvil cargado, música, radio, etc.) Y estar siempre pendiente de sus necesidades físicas, ver si tiene dolor u otros síntomas que tú puedas ayudar a paliar, aunque sea escuchándole o avisando al personal oportuno.

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