Hace unas semanas os escribía sobre anécdotas que había tenido como psicóloga forense y hoy os traigo algunas más.

Aunque mucha gente relaciona la psicología con la gente, llamada comúnmente, loca, es cierto que lo que menos se ve como psicólogo son casos de personas con esquizofrenia o enfermedades mentales graves. Por ello, cuando alguna vez te cruzas con una persona que padece esas enfermedades, en el transcurso de tu trabajo, intentas hacer lo máximo posible por ayudarla. A mí me ocurrió a la hora de elaborar un informe psicológico forense sobre una menor que había denunciado una violación. Antes de verla a ella, por metodología, se ve a la madre para conocer su conocimiento de los hechos y nos cuente cómo ve a su hija. Al entrevistarla me di cuenta de que algo en ella, la madre, no iba bien. No expresaba emociones, su discurso era muy lineal y nos informó de que nadie en su familia había recibido tratamiento ni farmacológico ni psicológico, algo que nos llamó la atención, pues como os digo esa mujer padecía algún trastorno mental grave. Después, tocaba la entrevista con la menor, la cual estaba bajo la tutela de la Comunidad ya que la madre no podía hacerse cargo de ella, por motivos económicos y laborales. Desde el inició de la entrevista, se observaba que la menor no estaba bien. Su discurso era incoherente, sus emociones la desbordaban en los dos polos (pasaba de la euforia a la tristeza en segundos), sufría delirios y alucinaciones (incluso en el momento de la entrevista), su comportamiento era errático y se había intentado quitar la vida en varias ocasiones.

A la hora de realizar el informe, en las conclusiones, escribí un párrafo dejando bien claro que o se establecía una tutela efectiva duradera en el tiempo o cuando cumpliese los 18 años, no sobreviviría sola en nuestro mundo actual. Era una menor con un desarraigo enorme, no le importaba ni a su madre, no tenía a nadie, estaba sola. Tenía problemas mentales que aún no había asimilado (no tenía conciencia de enfermedad). Era tan vulnerable y estaba tan indefensa que a mí me partía el alma.

 

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