Envejecer es un proceso natural que conlleva una serie de cambios en nuestro organismo y en nuestra mente. Aunque hay diferencias notables entre culturas, todas las generaciones se han enfrentado al momento en que nuestros cuidadores (nuestros padres o tutores) han necesitado ser cuidados.

Lo que está cambiando en estos años, es que al aumentar la esperanza de vida de nuestros mayores y por otro lado alargarse la edad en que nuestros hijos se emancipan, muchas familias se ven ante la situación de cuidar de sus padres y también de los hijos. Si además tenemos en cuenta que la edad de tener hijos también está aumentando, se da el caso en que el cuidado de nuestros mayores puede coincidir con el cuidado de los hijos aún pequeños.

Esta situación es un verdadero problema para muchas familias. Normalmente ambos cónyuges trabajan y el tiempo no sobra precisamente, ya cuesta bastante dedicarle tiempo a los hijos y cuando además nuestros padres necesitan cuidados constantes, se convierte en algo prácticamente imposible.

Imposible físicamente por tiempo, energías y a veces incluso recursos económicos, pero muy duro mentalmente pues no es nada fácil aceptar que aquellas personas que nos cuidaron durante toda nuestra vida ahora pasen a depender de nosotros. No es fácil observar cómo sus facultades físicas y mentales van deteriorándose porque no es nuestro concepto de ellos, no es lo que recordamos de toda nuestra infancia con ellos y no es cómo nos gusta verlos.

Esto nos genera sentimientos muy contradictorios: por un lado nos apena vivir el proceso con ellos pero en muchas ocasiones nos revelamos ante el mismo y nos enfurecemos con ellos por los errores que cometen, por lo que olvidan, porque no nos hacen caso, porque no nos entienden… Por supuesto después de estos enfados, solemos tener un sentimiento de culpabilidad al darnos cuenta que es un proceso inevitable, del que no podemos culpabilizarles y que del que no está exento nadie.

Por todo ello, creo que siempre es bueno recurrir ayuda especializada. Por supuesto ayuda competente, desterrando ese antiguo mito de sentimiento de abandono. Buscar la mejor ayuda para ellos no es ni mucho menos abandonarlos, es procurar su bienestar y el nuestro que es esencial para una convivencia feliz.

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