Muchos padres/hijos/hermanos/amigos nos preguntamos si castigar a una persona es efectivo y adecuado. Sobre todo nos lo preguntamos en el ámbito educativo, de la infancia y adolescencia.

Nos llama la atención si decimos que castigamos a los amigos o padres puesto que esta palabra se suele utilizar sólo en el caso de un infante. ¿Pero en realidad; no castigamos a nuestros allegados?¿No hablarle a cierta suegra o familiar que no te cae bien no es castigarlo, reñir a un amigo no es castigarlo?

Existen muchos tipos de castigo y es importante conocerlos:

  1. El castigo positivo: no hay que dejarse engañar por la palabra “positivo”. El castigo positivo significa que le damos a una persona aquello que no quiere, algo desagradable, que le disgusta. Por ejemplo darle una bofetada o encomendarle una tarea tediosa.
  2.  El castigo negativo: se denomina negativo porque le quitamos a la persona que castigamos algo                agradable, placentero. Ejemplo de ello puede ser quitarle a un niño la videoconsola o retirarle la palabra a una persona.

Ahora nos preguntamos ¿Es efectivo el castigo? El castigo lo que produce es una reducción de la conducta, es decir, que se repita en menor medida aquello que hemos castigado. Pero…¿la persona aprende mediante el castigo qué es lo que realmente hay que hacer?¿No es eso lo que buscamos, que nos trate, o trate a otros u otras cosas de diferente manera a como lo está haciendo? Esto no lo aporta el castigo, esto se aprende mediante la educación, formación y sobretodo animando y valorando cuando la persona realiza aquella acción que buscamos.

El castigo debe ser proporcional, y explicar por qué se realiza y ser congruente con las amenazas de castigo. Es decir, no es efectivo ni recomendable amenazar con castigo y luego no llevar a cabo lo dicho puesto que se ve a esa persona como alguien que no cumple lo que dice y volátil , en esos casos es mejor no intimidar con aquello que no se va a realizar.

No obstante, el castigo no es requisito indispensable para que la persona cambie aquello que consideramos inadecuado. Reforzando las veces que realiza aquello que consideramos adecuado, y aportando herramientas para poder realizarlo, aumentamos la probabilidad de que se repita esa acción y disminuímos la probabilidad de la contraria.

En conclusión, si se utiliza, el castigo por sí mismo no enseña cómo debemos comportarnos o actuar, es necesario en primer lugar, que sea proporcional, y en segundo lugar, que vaya acompañado de una educación y valoración, reforzamiento y/o remarque de aquello que buscamos y que consideramos un buen o adecuado comportamiento.

Además, es importante recordar que no es necesario aplicarlo para conseguir cambiar a una acción adecuada.

 

Jara Estrella Fernández

@JaraEstrellaF