Según el ser humano envejece, además de los signos físicos observables desde el punto de vista físico, hay evidencias que nos muestran que nuestro cerebro no funciona igual: mayor cantidad de olvidos, dificultad para aprender nuevas habilidades, problemas de memoria e incluso en casos extremos o patológicos, como en la enfermedad de Alzheimer pérdidas totales de memoria e incapacidad de reconocer a las personas cercanas.

Está demostrado que aunque el cuerpo envejece irremediablemente, la práctica de ejercicio físico, los hábitos saludables y los avances médicos, pueden mitigar este proceso y prueba ineludible de ello es el aumento de la esperanza de vida en los países desarrollados.

Pero ¿qué ocurre con nuestro cerebro? La cuestión es crucial, teniendo en cuenta que este aumento de la esperanza de vida supone que, en muy pocos años, la mayoría de la población tendrá una edad avanzada y por tanto serán las personas cada vez más mayores las que tendrán que ocupar los puestos laborales, gobernar los países y en definitiva estar en plenas facultades físicas y mentales.

Nuestro cerebro es fascinantemente plástico, esto significa que la capacidad de razonamiento, memoria, habilidades verbales, etc. dependen en gran medida de lo que se ejercite. Y esto es así, porque si bien con la edad se pierde masa cerebral, en el sentido que se pierden número de neuronas (se nace con un número determinado de neuronas y estas células al contrario que otras no se reproducen posteriormente), la capacidad cognitiva no depende tanto del número de ellas como del número de conexiones sinápticas que se establecen. Estas conexiones sólo se establecen cuando se ejercitan los procesos que las activan y se pierden con el desuso. En personas adultas jóvenes, existe una lateralidad cerebral con ciertas funciones localizadas en el hemisferio izquierdo (lenguaje, razonamiento, memoria,…) y otras en el derecho (emociones, sentimientos…) pero con la edad parte de esta lateralidad se pierde y cada hemisferio puede suplir de alguna forma las funciones del otro si se ejercita de forma adecuada. El cerebro se vuelve menos especializado para poder cubrir las deficiencias propias de su envejecimiento.

Por tanto, cada vez más, los programas de salud deberían focalizarse no sólo en los aspectos físicos que prolongan la vida de los seres humanos sino en los aspectos mentales que permiten que la salud de nuestro cerebro que es esencial para tener una calidad de vida adecuada. Mientras tanto, tengamos en cuenta que en nuestro programa de salud personal además del ejercicio físico ha de existir y con la misma intensidad el mental: estudiar, leer, aprender nuevas habilidades, experimentar nuevas sensaciones, todo aquello que nos active mentalmente es válido, sólo tenemos que hacerlo de forma recurrente: ‘Mens sana in corpore sano (Décimo Juno Juvenal, SII)’, no puede ser de otra forma.

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