El liderazgo es un proceso de influencia entre líder y seguidores que tiene como fin la consecución de las metas u objetivos del grupo, organización o sociedad. Desde tiempos inmemoriales es una cualidad que ha despertado el interés de individuos, empresas, organizaciones, gobiernos, debido a que el liderazgo se considera una de las claves para el éxito de estas agrupaciones y una cualidad necesaria para que los individuos actúen de forma plena ayudando a tal éxito.

Multitud de estudios, con diferente orientación se han realizado entorno al liderazgo. En los estudios iniciales, se le atribuía al líder unas cualidades extraordinarias, innatas y superiores al resto de las personas: el líder nace no se hace.

Sin embargo, a medida que se ha ido profundizando en el estudio del liderazgo, otros factores han emergido como muy relevantes a la hora de explicarlo. Entre ellos está el contexto o situación en la que el líder ejerce su influencia, el tipo de tarea y la evolución del liderazgo a lo largo del tiempo.

Teniendo en cuenta todos estos factores, ya no podemos afirmar tan rotundamente que el líder nace, sino que también se hace o más bien, es líder en función de las circunstancias concretas y su forma de actuar ante ellas.

Podemos clasificar el liderazgo en dos grandes grupos: liderazgo transaccional (basado en el intercambio de ‘recompensas’ entre líder y seguidores) y el liderazgo transformacional (capaz de concienciar, modificar las actitudes, valores y creencias de los seguidores y consecuentemente incrementar el rendimiento en la realización de las tareas).

Aunque a primera vista parecería que el liderazgo transformacional es el mejor, depende del contexto, es decir de la situación en que se ha de ejercer. Por ejemplo, en contextos donde los seguidores son personas muy competentes, independientes y con una motivación hacia el logro elevada, un liderazgo transformacional quizás no sea tan necesario o incluso pueda ser percibido como contraproducente, en estos contextos lo que realmente buscan los seguidores en un líder que sea capaz de conceptualizar los logros y traducirlos en cualquier tipo de recompensa o beneficio para el grupo: un liderazgo transaccional.

La conclusión es que un buen líder no es una persona como unas aptitudes y actitudes estáticas, sino una persona que es capaz de conocer la situación en la que lidera y adaptar su comportamiento a la misma. Para ello, el líder lo primero que ha de conocer bien es a sí mismo, incrementado la motivación, compromiso y satisfacción de sus seguidores a través de su ejemplo, principios y valores.

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