Estos días ha habido polémica en relación a qué se puede tolerar por mucho que difiera de tu forma de pensar y qué no. En mi opinión, no se puede tolerar aquello que incite al odio venga de donde venga. Parece que nos hemos olvidado de lo lejos que puede llevar la propaganda que incita al odio. Ya nos hemos olvidado de los campos de concentración, y no hace ni 80 años de aquello, nos hemos olvidado de la separación de negros y blancos en los transportes, escuelas, trabajos y contextos. Cuando creamos diferenciación entre unos y otros, cuando estiramos esa línea divisoria y la hacemos más y más grande, es cuando incitamos al odio y el ser humano en un contexto de odio puede acabar realizando acciones que consideramos en muchas ocasiones impensables.

La diferenciación lleva al odio. Estirar las diferencias entre hombres y mujeres, blancos y negros, homosexuales y bisexuales, y un largo etcétera, provoca odio al diferente. Empatizar con el otro nos cuesta, y con el diferente muchísimo más por lo que nuestro cerebro va a lo “fácil” que es odiarlo por no ser capaz de comprenderlo. Debemos tener presente que nuestro cerebro busca el ahorro de energía, sigue lo que denominamos comúnmente “ley del mínimo esfuerzo”. Esto produce que vamos a ir a lo fácil, a tachar y odiar lo que no comprendemos o es diferente, porque es mucho más difícil hacer el esfuerzo de entenderlo.

Recuerdo una clase magistral de uno de mis maestros en psicología en la clase de sexualidad. Hablábamos de las parafilias, es decir, personas a las que les excita por ejemplo los zapatos, o vestirse del sexo contrario, o la visión de sangre y el dolor como puede ser el masoquismo. Muchas de estas respuestas sexuales nos chocan y puede llevarnos a discriminarlos o a odiarlos por ser diferentes. Pues este profesor, nos dio una de las mejores lecciones que conozco, nos dijo que tienen derecho y son totalmente respetables mientras no dañen o lo hagan sin el consentimiento de la otra persona, o lo intente con personas que no pueden dar su consentimiento y por tanto no tienen esa capacidad de decidir si quieren hacerlo como pueden ser los niños o los animales. Y esto se puede extrapolar a muchos campos y situaciones.

En resumen, simplemente he querido que reflexionáramos sobre la fortaleza del odio, cómo se va a disparar en nuestra mente si no hacemos un esfuerzo por entender a aquel que consideramos diferente, por verlo más parecido que diferente, teniendo en cuenta que compartimos el 99,9% de nuestro ADN y por tanto es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.

Gracias,

Jara Estrella Fernández

@JaraEstrellaF