Muchas veces nos planteamos cuándo han surgido las enfermedades mentales que tiene la gente de a pie. Los seres humanos poblamos la tierra desde hace siglos pero, ha sido en los últimos siglos cuando ha tenido lugar el auge de enfermedades mentales tales como la ansiedad o la depresión.

En la década de los años 80, Jeffrey Gray propuso su modelo de personalidad el cual estaría formado por dos dimensiones unipolares: la ansiedad y la impulsividad.  En función de donde estuviera cada individuo situado en ese continuo unipolar reaccionaria de una forma u otra ante el mismo estimulo. Los estudios se realizaron con el objetivo de encontrar una base motivacional para el desarrollo de una personalidad potencialmente psicopatológica.

Se partía del supuesto de tres sistemas de emoción fundamentales: el sistema de lucha-huida (FFS – siglas en ingles), la dimensión ansiedad tendrían un sistema de inhibición conductual (BIS – siglas en inglés) y la dimensión impulsividad tendría un sistema de activación conductual (BAS – siglas en inglés). Es decir, el sistema FFS tendría lugar ante situaciones de miedo o de rabia. Ante señales de castigo, de no recompensa o estímulos nuevos se activaría el BIS que daría lugar a que la conducta se inhiba,  y en el caso del BAS, la conducta no se inhibe sino que se actúa de forma exagerada ante el estímulo que suscita la conducta.

Esto quiere decir que el BIS o sistema de inhibición comportamental produce una respuesta en los tres sistemas: comportamental (inhibe la conducta), cognitivo (incrementa la atención) y fisiológico (incrementa la activación cortical) pero solamente ante estímulos que son considerados potencialmente peligrosos o amenazantes. Por tanto, es un mecanismo de supervivencia, al frenar nuestra conducta y prestar atención al entorno. Pero, cuando nuestro BIS está en continuo funcionamiento, surgen los trastornos de ansiedad que experimentan las personas a día de hoy. Como se ha expuesto el BIS está formado por tres sistemas que están relacionados, es decir, si se controla la cognición (a lo que prestamos atención) se reduce la activación fisiológica (respiración, taquicardia) dando lugar a que la conducta no se inhiba, enfrentándose al estímulo que antes atemorizaba.

 

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