Desde siempre he pensado que si bien todas las profesiones son importantes y en todas es importante el buen desempeño en algunas de ellas, por la repercusión que tienen en la vida de otras personas, es esencial el asegurar este buen desempeño.

Cada uno de nosotros tendrá una idea ligeramente distinta de cuáles son estas profesiones: profesionales de la medicina, pilotos y controladores aéreos, fuerzas de seguridad, etc. Todos podemos hacernos una idea de las consecuencias de un mal desempeño en estas áreas. De lo que quizás no seamos tan conscientes, porque los efectos no son tan obvios, es de la importancia de que los profesionales de la educación de los niños tengan un desempeño ejemplar.

Para ello, aparte de las condiciones laborales en las que se desenvuelven y las prestaciones económicas, que evidentemente influyen mucho, es absolutamente necesario que se sientan motivados a realizar bien su trabajo. Ser profesional de la enseñanza ha de ser por definición una carrera motivacional. Sin embargo, todos conocemos e incluso algunos hemos ejercido alguna vez de profesores sin tener ninguna motivación para ello: para ganar algún dinero dando clases particulares, ayudar a los hijos de algunos conocidos e incluso cursar la carrera de magisterio por otras razones: la nota de selectividad es más baja, tener familiares maestros, pensar que es más sencilla, etc.

Pues bien, está demostrado que la diferencia entre tener unos profesores altamente eficaces y no, puede hacer que la nota media de una clase incluso en cursos posteriores varíe significativamente: desde estar claramente por encima de la media en la mayoría de los alumnos hasta estar claramente por debajo. No nos debería extrañar pues todos tenemos experiencias de nuestra infancia en las cuales una asignatura nos ha interesado o no más que por su contenido en sí, por el profesor que la impartía, es más yo diría que lo que recordamos de las asignaturas que cursamos hace años no es el contenido sino casi en exclusiva el profesor.

Y esto no se reduce a una simple anécdota, pues es muy probable que esas preferencias o aversiones hayan condicionado de algún modo lo que posteriormente elegimos como estudios superiores y por qué no a lo que finalmente nos dedicamos o al menos creemos que podemos dedicarnos profesionalmente porque nos vemos con capacidades suficientes o no.

Así de importante es el papel que juegan los profesores en la educación: no sólo contribuyen al desarrollo intelectual y académico sino que marcan claramente las habilidades y preferencias de nuestro futuro. Creo que es más que suficiente para que, desde todos los ámbitos de la sociedad se tenga en cuenta asegurando no sólo las condiciones laborales de estos profesionales sino también su calidad y motivación constante.

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