Hace unos días tuve la suerte de asistir al musical infantil “Cenicienta y el zapatito de Cristal” en el teatro Arlequín, en la Gran Vía de Madrid. Obviamente mis sobrinas Carla y Ale, de 6 y 3 años, disfrutaron sobremanera con sus personajes simpáticos y las coloridas coreografías, cantando y aplaudiendo sus canciones.

Mi sobrina Carla, que es muy empática, dijo en varias ocasiones, cuando las perrerías que le hacen las hermanastras a Cenicienta eran más flagrantes: “No llores, Cenicienta, no te pongas triste”. Yo, como psicólogo, estuve meditando después las enseñanzas del cuento.

A Cenicienta, le tocó vivir una vida con muchos cambios vitales, grandes vaivenes. De vivir en una familia acomodada y sin problemas, pasa a vivir en la pobreza al fallecer su padre, a merced de su madrastra. Sin embargo, ella permaneció fiel a sus valores, a las enseñanzas de su padre: “Haz el bien y evita el mal”. Quizá otra persona hubiera renegado de su vida ante los cambios vitales inesperados, se hubiera vuelto mala ante las provocaciones y vejaciones de su nueva familia.

Cenicienta sabe adaptarse a los cambios que, inevitablemente, se producen en su vida, en todas las vidas. Quizá el secreto de su bienestar ante tantos cambios sea su personalidad y valores, firmemente asentados gracias a unos padres que la quisieron de pequeña y generaron un vínculo de apego seguro.

En nuestras vidas se producen, también, muchos cambios. Es en la aceptación de los mismos y en nuestra adaptación, donde reside nuestro bienestar. Lógicamente, cada cambio exige un periodo de adaptación, pasar por las fases del duelo, ante la pérdida del estatus anterior. Cenicienta también estaba triste cuando fallecieron sus padres. Y triste cuando, injustamente, no la dejaban ir al baile. No permitirse estar triste en esas circunstancias no hubiera sido beneficioso para su adaptación. Sin embargo, transita por las diferentes fases del duelo y acepta su situación.

Es en esta aceptación y reconocimiento de su situación cuando comienza su cambio. En el bosque encuentra a un cazador. Gracias a la simpatía de Cenicienta, entabla amistad (futuro amor) con el cazador y evita la muerte de un ciervo. El cazador, no sólo quedó prendado por la belleza física de Cenicienta, oculta bajo unas ropas pobres y sucias, si no por su carácter vital y unas enseñanzas que le llegaron al corazón: “Haz el bien y evita el mal”.

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