Muchas veces, tanto en terapia como en nuestro entorno social cercano, nos encontramos con personas que han tenido una vida que ellos consideran que ha sido más difícil que la de los demás. No voy a entrar, en este post, en si tienen razón o no en considerar su vida más complicada que la del resto de los mortales, aunque nadie tiene una vida fácil a lo largo de toda su existencia.

Pero en este post, voy a hablaros sobre la necesidad que tienen esas personas de contar a todo el mundo lo desgraciadas que son y lo apoteósica que ha sido su vida. Estas personas buscan que los demás les reforcemos en su creencia de “pobrecita que vida has tenido”, “que duro ha debido ser para ti” y muchas otras frases de consolación y, a la vez, de apoyo. En la mayoría de los casos van a encontrar a gente que haciendo un ejercicio de empatía se ponen en su lugar y terminan diciendo las consignas que esa persona quiere oír, consiguiendo que se refuerce la creencia, anteriormente mencionada. Pero en otras ocasiones pueden encontrarse con personas que en vez de reafirmar su creencia de “qué vida tan dura”, les plantean la siguiente pregunta “qué has sacado de elloy ante esa pregunta suelen responder atacando, diciendo que no se les comprende y enfadándose con esa persona. Su objetivo es lamerse solas las heridas, dar pena y conseguir comprensión por parte de la otra persona.

No se dan cuentan que anclándose en su pasado y lamiéndose sus heridas, no avanzan. Aquellas personas que las comprenden y apoyan, lo hacen con la mejor intención, pero no las están ayudando. En cambio, aquellas con las que se enfadan son las que quieren que de lo vivido, saquen algo positivo.

 

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