Tantas veces he tenido que ayudar a mis pacientes, en consulta, a gestionar sus decepciones. Cuando no ha sido posible la convivencia con una pareja, a la que habían entregado todo… Cuando han perdido un trabajo en el que se habían volcado en cuerpo y alma, o bien una aventura de emprendimiento que no ha tenido éxito.

¿Por qué duelen tanto las decepciones? Suele ser algo o alguien en quien nos habíamos esforzado mucho y que, finalmente, no funciona o no reacciona de la manera en que lo habíamos previsto. Aquí está la clave: Nuestras expectativas. Mentalmente hacemos planes y tenemos una idea de cómo será aquello en lo que estamos invirtiendo nuestros esfuerzos, nuestro cariño, nuestra energía. Cuando las cosas, o las personas, no salen como las imaginábamos en nuestras expectativas, sufrimos. Sin embargo, no nos damos cuenta de que, además de nuestro esfuerzo, existen otros factores en juego, otras personas con distintos intereses y no es fácil que las cosas salgan como uno las planea.

Hace unos días, sufrí en mis propias carnes una decepción. Una nueva paciente solicitó mis servicios. Con todo mi cariño, como suele ser habitual, la cité tan pronto fue posible para que no tuviera que aguantar mucho tiempo sin atención, sin relatarme su problema. Esa misma tarde, tuvimos una primera sesión, me volqué con ella, le dejé un libro y dos test para completar en casa. Ante sus problemas económicos que me expuso en consulta, le di todo tipo de facilidades, pago en diferido con la confianza de que, cuando estuviera bien, ya me pagaría. Me fui muy contento a casa, pensando en lo bien que estaba fraguando la alianza con la nueva paciente. Me di del todo.

Pues bien, cuando la contacté de nuevo para confirmar nuestra siguiente cita, me dijo que no iba a volver, que no se había sentido cómoda en aquella sesión. Os confieso que me atacó una profunda tristeza, por esta decepción. Obviamente, no pagué mi frustración con la paciente, a la que dije amablemente que sentía no haber sido de ayuda y que no le cobraría la sesión ni el libro, al no haber sido de su gusto. Sin embargo, algo comenzó a ennegrecer mi ánimo. Me sentí fracasado. Y algo dentro de mí, decía que era un fracaso como psicólogo.

Al día siguiente, más recuperado de aquel episodio, pensé escribir este artículo sobre las decepciones. ¿Qué aprendí? Por una parte, vivir al día y no de ilusiones ni planes anticipados. También aprendí a darme cuenta de que un solo evento negativo no tenía por qué ensombrecer mi valía ni mi profesión.

Espero que os haya servido este artículo, como a mí me sirvió esta experiencia. ¡Un fuerte abrazo!

Puedes contactar con nosotros en www-conectia-psicologia.es o llamando al 674 241513. Estamos en Calle Puerto Rico, 8A, zona Hispanoamérica / zona Costa Rica, 28016 Madrid. Te ayudaremos con temas relacionados con este artículo o con otros problemas que quieras resolver.