Hoy celebramos el día mundial de los Docentes. Además de trasmitir mi agradecimiento a estas personas que forman a nuestros niños, quisiera reconocer su extraordinaria y compleja labor.

Hablando con mis amigos que se dedican a la docencia, hay una dificultad que resaltan en la educación de hoy: La complejidad de educar a niños hiper-protegidos por sus padres.

Uno de los factores que agravan este hecho es la pérdida de autoridad que han sufrido los maestros en el tiempo. Hace unos años, el maestro era una de las autoridades más respetadas. Les respetaban los alumnos. Les respetaban los padres. Y, mucho más importante, les respetaban y defendían sus superiores en el colegio y en las instituciones. Hoy día, los alumnos pueden burlarse impunemente de ellos, con el consentimiento de los padres y demás responsables de la educación. En mi opinión, los Docentes deberían ostentar una autoridad semejante a la que tienen los miembros de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Quizá endurecería las pruebas psicológicas para llegar a la docencia. Pero, una vez seas docente, tienes que tener autoridad reconocida.

Hace más de un siglo, las familias tenían 5 o 6 hijos de media, de los cuales sobrevivían 3. Los padres les dejaban, quizá por necesidad, más libertad en sus juegos; En casa estaba su madre para proveer sus necesidades de cariño, faltando quizá algunos medios materiales. Hoy día, se tienen 1 o 2 hijos por familia. Los padres pretenden que su hijo sea modélico y haga todo bien. Olvidamos educar al niño en un aspecto muy importante: La tolerancia a la frustración, no se puede tener ni conseguir todo lo que uno quiere.

Una buena educación por parte de los padres implicaría prestarles atención en sus necesidades materiales, pero sobre todo afectivas. Sin embargo, cada día los padres prestan menos atención y cariño a sus hijos, supliendo esta carencia con más objetos materiales. A la vez que los padres dedican menos cariño y atención a sus hijos, exigen que estos sean perfectos. Y, cuando se topan con las imperfecciones que los niños exhiben como cualquier ser humano, culpan de ellas al colegio y a sus profesores.

Si el niño tuviera un buen apego seguro en su familia, se hubieran atendido sus necesidades de cariño con consistencia, cuando crece se iría despegando paulatina y saludablemente de los padres para explorar, con ayuda de los profesores, el entorno en que han de vivir cuando sean adultos. Si esto no ha sido así, el niño exhibirá sus patrones de apego inseguro con los profesores, no se producirá esa confianza en las figuras de autoridad. El niño exhibirá conductas poco sociales con su maestro. Cuando el maestro intente corregirlas, se topará con la resistencia de los padres, que no tolerarán una crítica hacia su niño “modelo”.

Todo esto conduce en muchos casos a los Docentes a la indefensión y a la frustración. Lo cual se manifiesta en el alto grado de profesionales quemados que hay en este gremio. O en la alta tasa de depresión y ansiedad que asola a los profesores. Por todo esto, yo grito: ¡Tenemos que defender a los Docentes, que están educando a nuestros ciudadanos del futuro!

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