Es una queja que muchas personas expresan: “¿Por qué no puedo ser como los demás? Para todos ellos y para los demás, tengo una buena noticia: ¡Ya eres como los demás!

Una de las ideas más interesantes y tranquilizadoras de Mindfulness es esta: “La humanidad compartida”. Significa que los humanos somos todos muy semejantes, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.

A lo largo de mi vida he tenido la suerte de poder viajar por los cinco continentes. Y he constatado algo que parece trivial, pero que a mí me entusiasmó: En todos los países somos muy parecidos. Recuerdo los primeros días de mi estancia en Corea del Sur, no entendía nada ni sabía cómo orientarme ni qué se vendía en cada tienda. Al pasar un mes, comprendí que lo más diferente que tenían era el idioma. En lo demás eran muy parecidos a nosotros: tienen necesidad de comer y beber, se cansan y duermen, sienten atracción sexual, tienen pasión de poder y necesidad de amistad y pertenencia a grupos.

Una vez dicho esto, quisiera entrar al fondo de la queja: “Quiero ser como los demás”, “¿Por qué yo no puedo casarme o tener hijos, como todo el mundo?”, “¿Por qué esta enfermedad me ha tocado a mí?, no me lo merezco.”, “Sólo con que tuviese un trabajo, como todo el mundo, ya sería feliz…” Lo que late debajo de estas quejas son dos cosas: Por una parte, el afán de comparación. Por otra parte, la falta de aceptación, también llamada evitación. Mindfulness puede ayudarnos con ambas fuentes de malestar y frustración.

En cuanto a la comparación, es una de las conductas más dañinas que usamos los humanos. Quizá nuestra cultura occidental, tan competitiva, nos ha educado así, nos ha enseñado a valorarnos cuando nos vemos por encima de los demás. Pero no siempre podemos salir airosos en una comparación, siempre hay aspectos en que somos mejores y otros aspectos en que somos peores que otro. Si hacemos de esto la base de nuestra autoestima, no estaremos nunca a gusto.

El truco para estar a gusto en la vida, para tener serenidad y bienestar es aceptarnos como somos. Si nuestra conducta se basa en la comparación, querrá decir tres cosas: Que no nos gusta como somos, que nos evitamos y que queremos ser otro. Esta es la base de la infelicidad. La aceptación de nuestra forma de ser, de nuestras circunstancias es la base del bienestar. Es el primer paso para querernos, mimarnos, ser amables y compasivos con nosotros mismos. Y, como dijo el psicólogo Carl Rogers, “la curiosa paradoja es que, cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar”.

Un consejo para cuando os vengan a la mente comparaciones o juicios de valor es el siguiente: Ser consciente de que es una comparación, etiquetarla como tal y después, dejarla ir, no aferrarnos, dejarla fluir en una especie de “río caudaloso” que, metafóricamente, imaginamos en nuestra cabeza.

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