Big Data se refiere a la enorme cantidad de datos que generamos las personas y nuestro ambiente, en nuestro día a día, a través de soportes digitales.

Por ejemplo, si tuviésemos el GPS continuamente activado en el móvil, podría saberse dónde ha estado la persona que lo lleva en cada momento, por dónde ha pasado, qué tiendas ha frecuentado, a qué velocidad camina, si respeta las reglas de circulación cuando conduce, etc. Todo ello se traduce en una gran cantidad de datos: coordenadas de lugares, velocidades, nombres, … en cada momento. Para procesar y almacenar esa información se necesitaban máquinas de gran capacidad que antes no teníamos y desde hace unos años sí las tenemos.

¿Cómo nos afecta todo esto? Pues de muchísimas maneras, incluso algunas que ni siquiera sospechamos.

Toda la información de lo que hace una persona a lo largo del tiempo, bien procesada y analizada por grandes ordenadores y estudiada por las inteligencias humanas que lo trabajan, tiene un potencial incalculable, nos da más pistas sobre esa persona de las que ésta no es incluso consciente. Nos puede decir, por ejemplo, qué enfermedades es más proclive a tener, qué tipos de productos le puede gustar comer, qué hobbies le pueden llegar a gustar, etc. También puede indicar si es un buen o mal conductor, para ofrecerle una prima en su compañía de seguros. O qué tipo de libros le pueden gustar para ofrecérselos, incluso qué viaje le puedes proponer para este verano, que sería su ideal.

Hay muchas personas que consideran esto como una intromisión en su privacidad y que debe regularse. De hecho, ya se han realizado varios intentos para regular el uso de esta información, pero depende de tantas cosas, como el lugar del mundo donde resida la empresa que hace uso de los datos, que no es sencillo, en un mundo tan globalizado, “poner puertas al campo”.

Por otra parte, la mayoría de nosotros aceptamos el uso de nuestra información, a menudo sin ser plenamente conscientes, cuando aceptamos y firmamos los términos y condiciones de tantas aplicaciones de internet, que se nos ofrecen gratuitamente con esta contraprestación.

Por tanto, lo mejor para adaptarse a esto, más que oponerse y evitarlo, es aceptarlo, vivir nuestra vida lo más éticamente posible sabiendo que, cada vez, lo que hagamos o digamos será más público y transparente.

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