Desde hace varios años trato regularmente con un terapeuta de confianza, Pablo Sierra. Una de las cosas que me enseñó y que más me han influido fue la siguiente idea: “Siempre hay margen”. Esta enseñanza me ha ayudado a transitar, desde mi rigidez mental original hasta la flexibilidad, que es tan saludable y además es una de las características más necesarias en un psicólogo.

Explicaré el sentido que Pablo quería dar a la frase “Siempre hay margen” y cómo yo la he adaptado a mí. Yo le explicaba que, en las reuniones de trabajo, solía estar muy tenso pensando que, si no hacía prevalecer mi opinión, las consecuencias podrían ser catastróficas y para siempre. Pablo me aconsejaba: “Tranquilo, siempre hay margen”. Las decisiones de una reunión suelen ser modificables y revisables. El trabajo no se acaba con esa reunión, siempre se puede aclarar una postura después, posponer las decisiones para otra reunión, apelar a instancias superiores y un largo etcétera.

Pablo también se refería al “margen temporal” que siempre hay en todas las situaciones. Hasta las cosas más importantes admiten pequeños retrasos. Y siempre hay margen para gestionar los contratiempos. Sólo los temas de vida o muerte no tienen remedio. Salvo en estos temas, la calma en la toma de decisiones es preferible a la rapidez. Las entregas con un plazo temporal comprometido, siempre admiten un margen de retraso tolerable.

Este principio del “margen” lo he aplicado yo también a las ideas y opiniones. Nuestras ideas debemos defenderlas sabiendo que siempre hay margen para el error, para que no sean del todo o en nada ciertas. Esto nos ayudará a ser más tolerantes en el trato con las demás personas.

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