En mi consulta de psicólogo estoy habituado a recibir a pacientes que han sufrido traumas en su vida. Un trauma grave, explícito y fácilmente reconocible, como un accidente, violación, catástrofe natural. O incluso traumas menos identificables, pero más continuados y dañinos, como acoso escolar, desatención en la infancia, etc. Prácticamente todas las personas que van a un psicólogo han sufrido traumas mal resueltos.

¿Qué entendemos como trauma? Es una situación vivida o presenciada por la persona, en la que se pone en peligro la vida, o la integridad física del que la sufre. Después de estas situaciones, la persona suele sufrir un estrés agudo en los días posteriores. O, en el peor de los casos, un trastorno de estrés post-traumático, si se prolonga en el tiempo; Incluso puede aparecer bastante tiempo después del evento traumático.

¿Qué problemas provoca un trauma? El suceso estresante supone una tremenda liberación de hormonas, necesarias en principio para el afrontamiento adaptativo de ese peligro sufrido. Si esta liberación terminase allí, el cuerpo podría reponerse después y alcanzar el equilibrio. Sin embargo, el suceso suele re-experimentarse en el cerebro de la víctima, lo que vuelve a suponer una gran ansiedad y una nueva descarga hormonal para afrontarla.

Estas descargas hormonales, fundamentalmente de cortisol, cuando son muy repetidas y prolongadas, acaban siendo perjudiciales para el sistema inmunitario de la persona, que queda a merced de infecciones e incluso enfermedades autoinmunes: constipados, herpes, dolencias dérmicas y, en el peor de los casos, cáncer.

Otro problema frecuente después de los traumas es la evitación. La persona evita, consciente o inconscientemente, todo aquello que tenga que ver con el suceso traumático. Esto, aunque tiene un componente adaptativo (tratar de evitar vivir el mismo suceso en el futuro) supone muchos inconvenientes para la persona: deja de hacer ciertas cosas, de frecuentar lugares y personas que, antes, le aportaban bienestar. La evitación le va reforzando a corto plazo, reduciendo la ansiedad que le supondría exponerse a las situaciones. Pero a la vez le va limitando. No queda más remedio, para la curación total del trauma, que irnos exponiendo a nuestros miedos.

Si padeces estos síntomas, no dudes en acudir a tu psicólogo de confianza. Trataremos tus traumas desde las técnicas más contrastadas y eficaces, como EMDR y Mindfulness.

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