Todos sabemos y hemos experimentado la sensación de estar alegres y una de sus manifestaciones más claras es la sonrisa que se dibuja en el rostro del que la experimenta. Por tanto, todo nos lleva a pensar que la sonrisa es una consecuencia de estar alegre. Hasta tal punto que si le preguntamos a alguien: ‘¿Por qué sonríes? Una respuesta frecuente y casi obvia es: ‘Porque estoy alegre’.

Esa sensación tiene su fundamento biológico: el hecho de esbozar una sonrisa, produce una ligera aceleración de la frecuencia cardíaca, un ligero aumento de la presión sanguínea y del volumen sanguíneo, incremento de la secreción de endorfinas y catecolaminas, lo que indica este estado de bienestar.

Lo que no es tan evidente es el efecto contrario, es decir, que el mero hecho de sonreír provoca en nosotros al menos en parte, esa sensación de alegría. Es algo que podemos comprobar simplemente con modificar nuestra expresión facial en cualquier momento. Podéis probarlo ahora mismo: simplemente esbozar una sonrisa produce una sensación de agrado que con el rostro serio no experimentamos.

Desde hace décadas numerosos experimentos han demostrado que los músculos faciales actúan a modo de ‘feedback’ que provoca la emoción correspondiente. En 1988, Strack, Martin y Stepper, realizaron una prueba consistente en mostrar una serie de viñetas cómicas a una serie de personas en dos condiciones experimentales: un grupo sostenía un lápiz entre los labios (para forzar una expresión facial seria) y el otro sostenía el lápiz entre los dientes (forzaba la sonrisa). El grupo que sostenía el lápiz entre los dientes evaluó las viñetas como mucho más divertidas que el otro grupo, pues la sonrisa les inducía un estado alegre.

Estar alegre o contento muchas veces no depende únicamente de nosotros, sino de toda una serie de circunstancias que nos rodean e inevitablemente influyen en nuestro estado de ánimo. Pero ¿quién nos impide sonreír? Esto sí lo podemos hacer a voluntad.

Y los efectos que causa no sólo se limitan a nuestro propio estado de ánimo, sino es que impresionante el efecto que ejerce en los demás. Probemos a sonreír en situaciones tan cotidianas como al saludar a alguien, al hablar por teléfono (la voz se modula y la otra persona puede percibir el estado de ánimo cuando sonreímos), al dar las gracias cuando nos dejan pasar,…, en cualquier situación. Y es que la expresión alegre, como una emoción primaria, es perfectamente interpretada por todos nuestros interlocutores como una buena disposición para iniciar o mantener una relación interpersonal.

Si al leer este artículo has probado a sonreír, has comenzado a controlar tu propia alegría.

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