Los menores de edad pueden sufrir diferentes trastornos afectivos a lo largo de todo su proceso evolutivo. Los motivos de ellos son muy diversos, porque repercute también la percepción de apoyo que tengan de sus progenitores, tutores o aquellas personas con las que convivan y cuiden de ellos. Como todo ser humano pueden padecer los mismos trastornos que un adulto y, también, características independientes de cada uno de esos trastornos.

La mayor dificultad que solemos percibir es que los menores pocas veces manifiestan el malestar emocional, porque no saben si lo que sienten es malo o no deberían sentirlo. Por ello, dependen de que sus padres o tutores escolares vean que el menor se encuentra mal, normalmente, por alteraciones en su comportamiento. Un ejemplo de ello sería que los menores con ánimo disfórico suelen relacionarse menos con sus iguales y con adultos, disfrutan en menor grado de todo y pasan mucho tiempo rumiando sus pensamientos, entre otras características; cuando sufren ansiedad se muestran irascibles, con malas contestaciones a sus padres o tutores pero a su vez necesitan estar cerca de ellos para sentirse seguros.

¿Cómo tratamos este tipo de trastornos en Conectia Psicología?

En primer lugar, nos reunimos con los progenitores o cuidadores del menor para que nos cuenten el motivo por el que vienen y tras la entrevista nos gusta que nos cumplimenten algunos tests sobre el menor, como el Test ACBC de Achenbach, un listado de conductas que los menores pueden estar realizando en mayor o menor medida. Posteriormente, hablamos con el menor, en algunos casos el menor se muestra más colaborador y en otros casos se muestra muy cerrado. Dependiendo de la edad, a veces, usamos también algún tipo de cuestionario o alguna técnica proyectiva (test del árbol, del dibujo, etc.) con ellos.

La intervención con el menor suele depender del trastorno o la sintomatología detectada a través de la información proporcionada por los padres y los cuestionarios cumplimentados. Intentando que dicha intervención sea lo más práctica y amena para el menor, ya que el objetivo es enseñarle pautas para hacer frente a sus emociones y saber enfrentarse a las diferentes situaciones que les generan la sintomatología.