Hay personas que les dan muchas vueltas a las cosas. Andan continuamente con una idea, por pequeña que parezca y la miran por un lado, por otro, los problemas que pueden suceder al respecto… Y, como esta idea, hay otras diez o doce compitiendo en nuestra cabeza. Unos temas más globales, sobre cómo somos o nos gustaría ser. Otras ideas sobre los acontecimientos próximos, pasados o futuros, y cómo prepararse o reaccionar a ellos.

Es sabido que la actividad mental gasta mucha energía, más que la actividad física. ¿Recuerdas cuando habéis estado unas horas estudiando para un examen, qué hambre te entra? O el día que has estado pensando largo rato sobre un problema en el trabajo, uno se descubre de pronto como con un agujero en el estómago y hormigueo, por la necesidad de azúcares que el cerebro ha consumido.

Cuando decimos que estamos estresados, muchas veces no ha sido producto de una gran demanda física, si no por la gran cantidad de actividad mental e ideas que compiten por nuestra atención, tenemos dificultad para apaciguar nuestra mente. ¡Qué descanso cuando conseguimos pensar sólo en una cosa a la vez!

Mindfulness significa eso mismo. Atención plena puesta en el presente. Con los ejercicios de Mindfulness practicamos cómo fijar nuestra atención en lo que estamos haciendo, viviéndolo plenamente.

Os contaré uno de los ejercicios más conocidos de Mindfulness, cualquiera de vosotros lo podéis hacer, sin necesidad de material ninguno, sólo necesitáis vuestra respiración y ésta viaja con vosotros en todo momento, ¿o no? Es bueno saber que no hay ningún objetivo que conseguir al hacer el ejercicio, no se trata de relajarse, todo aquello que vivamos al hacerlo ya es bueno, sea lo que sea. Se llama la meditación de la respiración.

Nos sentaremos en una silla, o en un cojín en el suelo, con la espalda erguida, en posición digna. Los brazos relajados sobre las piernas. Cerraremos los ojos. Entonces fijaremos nuestra atención en la respiración, en las sensaciones que nos produce, ya sea en la nariz, en las vías respiratorias, en el tórax al henchirse, etc. No hemos de forzar el ritmo de la respiración, si no permitir aquel que sea en cada momento.  Cada vez que nos demos cuenta de que nuestra atención no está en la respiración si no en cualquier otra idea, dejaremos ir esa idea como fluyendo en un río y, con cariño, traeremos de vuelta nuestra atención sobre la respiración. Así una y otra vez. Así permaneceremos unos 20 minutos, hasta que suene una alarma u otro método que previamente hayamos previsto. Una vez finalice el tiempo previsto, saldremos de nuestra concentración, abriremos los ojos, flexionamos los brazos para recobrar la tensión y ya estamos listos.

En sucesivos artículos continuaré detallando otros ejercicios que nos pueden ayudar a fijar la atención en el presente, generalmente aprovechando las cosas que hacemos cotidianamente como son pasear, comer, conducir, etc.

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