Cada vez más familias cuentan con una mascota en casa, concretamente un perro. El perro ancestralmente ha acompañado al hombre como ‘su mejor amigo’. Es indudable la labor que ejercen con las personas ciegas, con unidades especiales de la Policía y también son eficientes como parte de las terapias con ancianos, niños con dificultades de aprendizaje y en casos de depresión.

Todos los que tenemos un perro, comprendemos perfectamente porqué destacan en este tipo de actividades y porqué pueden ser considerados el compañero ideal, pero quizás no hayamos reflexionado lo suficiente acerca de qué nos enseña este animal y el porqué de este efecto en nosotros:

  • En primer lugar, el perro quiere a su dueño de forma incondicional. Esto significa que no le importa si es feo o guapo, listo o torpe, exitoso o fracasado, rico o pobre e incluso si se porta bien o mal con él. Y aunque durante el transcurso de sus vidas su dueño pase por dificultades, cometa errores, envejezca o cambie su carácter, el perro le seguirá queriendo de la misma forma.
  • En segundo lugar, el perro da todo lo que tiene a su dueño y únicamente espera protección, comida y si es posible cariño.
  • En tercer lugar, la felicidad de nuestro compañero se basa en muy pocas cosas, muy sencillas pero que le hacen plenamente feliz: basta un paseo por un parque, un plato de comida, una caricia, un lugar dónde refugiarse para que disfrute completamente de la vida.
  • En cuarto lugar, es un compañero que siempre está. Creo firmemente que comprende nuestro estado de ánimo, y cuando nos sentimos felices nos insta a que compartamos esa felicidad jugando con él pero cuando nos sentimos mal, se limita a estar, tumbarse al lado o a nuestros pies, sin entrometerse ni pretender que cambiemos de estado de ánimo.

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Me pregunto cuántas de nuestras relaciones con las personas que nos rodean tienen estas cuatro características y el efecto que tendría en nosotros y nuestros semejantes que intentásemos que fuesen así. Lo mejor de todo es que se basan en la sencillez, la simplicidad, en aceptar a las personas tal como son sin juzgarlas y en disfrutar de cada pequeña cosa que nos ofrece la vida. Una gran lección que nos enseña nuestro compañero, aprendamos de él.

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