¿Qué es la hipocondría?

Algunas personas tienen un miedo excesivo a la muerte. Y este miedo se traduce en una hiper-sensibilidad a sus sensaciones físicas para detectar los mínimos cambios y achacar estos a las posibles enfermedades que cursen con esos síntomas. Estas personas tienen miedo a padecer enfermedades. Pero mucho miedo: pánico.

Es tanto miedo a sufrir y a la muerte, que el mismo miedo produce sufrimiento y no les deja disfrutar de la vida. Este problema se conoce como hipocondría.

Para las personas que sufren hipocondría, las enfermedades que temen padecer, generalmente una en cada momento, se vuelven una obsesión. Tanto piensan en ella, en sus síntomas, que se obsesionan con ella y con la posibilidad de padecerla: en su cabeza aumentan las posibilidades de sufrirla. Y, como esos pensamientos no son placenteros, el paciente huye de ellos, o al menos lo intenta. Y es entonces cuando realiza consultas compulsivas, de reaseguración: pregunta a sus conocidos sobre la enfermedad, les pregunta si ellos piensan que está enfermo. Estas respuestas generalmente no le tranquilizan, por lo que acude a un médico a consultar. Pero… “¡Quizá ese médico no es lo suficientemente experto en esa enfermedad, o quizá el día que me vio no me prestó suficiente atención, por esto no detectó que yo padezco ninguna enfermedad!” Entonces va a otro especialista para, supuestamente, quedarse más tranquilo. También miran en internet, en toda la bibliografía a su alcance, lo relativo a esta enfermedad y a otras parecidas…

Son estas conductas de reaseguración las que reafirman sus obsesiones y las alimentan. Sin embargo, el paciente hipocondríaco no se ve capaz de superarlas. Este círculo vicioso se convierte en su malestar y le impide disfrutar.

¿Cómo tratamos la hipocondría en Conectia Psicología?

En Conectia Psicología, tratamos a los pacientes con hipocondría con especial cariño y comprensión, sabiendo el sufrimiento que esta les produce y en ningún momento cuestionando su forma de actuar: preocuparse por su salud es lógico y normal. Poco a poco vamos estableciendo una alianza con el paciente y, juntos, vamos comprendiendo qué está provocando su sufrimiento, vamos probando a aceptar estos pensamientos obsesivos, los analizamos, nos hacemos “amigos” de ellos en lugar de rechazarlos y evitarlos. Aprendemos a tolerar la ansiedad que nos provocan sin necesitar, cada vez menos, reasegurarnos y confirmar que no son tan probables, que nuestras preocupaciones no nos permitían disfrutar de la vida.