Es un síntoma de agradecimiento, de reconocer que efectivamente el cuerpo es tuyo, lo cuidas para que esté sano y dure mucho tiempo, pero se puede compartir con los demás.
Todos queremos que, si alguna vez tenemos necesidad por un accidente u operación que suframos, haya sangre disponible para una transfusión. Sin embargo, a la hora de donar esa sangre en momentos de salud, también deberíamos estar tan dispuestos. La sangre no se puede fabricar, la única fuente de sangre son las donaciones.
Yo soy (era) muy miedoso para las agujas y la sangre. Un día lo comenté con un compañero de trabajo y me dijo: “Eso no es excusa para donar sangre, todos debemos contribuir”. Unos días después, encontré un autobús de la Cruz Roja y me metí, antes de tener tiempo de arrepentirme. Desde entonces, soy donante habitual y he perdido el miedo. Me han dicho que es mejor hacerlo directamente en el servicio de donación de los hospitales, pues así se evita el gasto de intermediación de Cruz Roja. Ahora suelo acudir al hospital La Paz, con horario de 9 a 21 y fines de semana de 9 a 14, 3 horas de parking gratuito, no hay excusas.
También me hice donante de médula. Es un gozo saber que algún día, si mi médula es compatible con algún receptor, podré salvar su vida. Si necesitáis más información, podéis llamar al teléfono gratuito: 900 30 35 30.
En cuanto a mis órganos, ya he dicho a mi hermano que es médico que, cuando yo fallezca, aprovechen de mí los órganos que puedan servir a alguien. Creo que es un acto de solidaridad, ya que estoy disfrutando estos años de un cuerpo sano, compartir esta suerte con otras personas.
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