Este es el primer post de una serie que voy a publicar sobre los beneficios de caminar.
Para un psicólogo hay ciertas herramientas que son imprescindibles al tratar a los pacientes. Así, siempre que un paciente llega a mi consulta con algún problema vital que resolver hay tres cosas de las que siempre me preocupo, independientemente de la consulta de cada paciente: ¿Come bien?, ¿duerme bien?, ¿hace ejercicio? En respuesta a esta última pregunta, suelo recetar una tarea que forma parte de mi arsenal terapéutico desde hace muchos años: El paseo.
Ya sea la demanda del paciente relativa a un excesivo estrés vital, algún problema por resolver, un estado de ánimo inestable, dar un paseo de unos cuatro kilómetros cada mañana es un ejercicio que está al alcance de todas las edades y de todos los bolsillos. Les suelo pedir que se acostumbren a hacerlo por la mañana temprano, lo que contribuye a su activación ante el reto de cada nuevo día. Por lo general, caminar está al alcance de casi todas las personas y no supone un esfuerzo excesivo ni conlleva un gasto extra en equipamiento.
En definitiva, es una tarea que nos ayuda a salir de casa para estar activos, a tomar el sol: aunque haya nubes o llueva la radiación solar nos llega y nos beneficia. El ejercicio físico, caminar es un ejercicio moderado, genera endorfinas, sustancias de nuestro cerebro que nos ayudan a sentirnos mejor. Y sentirse bien es el objetivo de toda terapia.