Tú, yo, las personas que tienes a tu alrededor. Puedes estar orgulloso de gritar: “¡Soy un superviviente!”
Desde recién nacidos vamos aprendiendo a sobrevivir en un mundo que no es fácil. Estamos rodeados de peligros, el clima frío o excesivamente caluroso, múltiples gérmenes y enfermedades que amenazan nuestra salud. Por no hablar del resto de animales y de personas que compiten para vivir. Sin embargo, vamos día a día venciendo a los peligros y sobreviviendo.
Cuando socializamos, aprendemos a sobrevivir. Algo instintivo dentro de nosotros se da cuenta de la importancia de contar con padres y amigos que nos salvan de los peligros. Aprendemos a emitir gestos y palabras que nos acercan a nuestras familias y hacemos amigos en nuestro entorno.
Poco a poco, vamos aprendiendo y recibiendo de nuestros semejantes el legado cultural que nos ayuda a sobrevivir. Desde los principios del derecho, que posibilitan la convivencia con nuestros iguales hasta la técnica para construir viviendas confortables y obtener bebida y alimentos del entorno.
Sí, ¡soy un superviviente! Y, en gran medida, me lo he merecido. Llevo luchando desde que nací. Y antes de mí, todos mis antepasados han estado luchando. Es bueno reconocernos los méritos y no dejar las explicaciones para el azar u otros razonamientos lejos de nuestro entendimiento. Cada día somos más resistentes, más capaces de obtener la cooperación de nuestros semejantes y vivimos más tiempo. ¡Es bueno ser consciente y saborear este logro nuestro!
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