Quizá desde que eras un niño. Quizá desde que tus hijos o sobrinos crecieron. Hay muchas personas que no juegan con frecuencia… ¡y no saben lo que se pierden!

¿A qué me refiero con jugar? Quizá, en la sociedad tan competitiva en que estamos inmersos, algunos hemos olvidado el significado de jugar. Me refiero a realizar una actividad sin más finalidad que el placer que se obtiene de ella. Donde lo que se busca es estar distendido, sin tensión, disfrutando sin necesitar conseguir nada más que pasar un buen rato.

Hoy día, y más en las ciudades, vivimos en un ambiente de prisas, de conseguir hacer más cosas en el menor tiempo posible. Este ambiente, si nos dejamos contagiar por él, cosa que es muy fácil, nos lleva a vivir con estrés constante. En este contexto, sentarse, solos o mejor en buena compañía, a compartir un rato de juego, sin prisas, es un auténtico placer.

Puede que, imbuidos por la competitividad del ambiente, intentemos llevar dicha actitud al juego e intentar ganar a toda costa. Bien. En cualquier caso, ya estaríamos cambiando de actividad. Y, con algo de consciencia y esfuerzo, acabaremos disfrutando del asueto.

Porque, en un juego, gane quien gane, ganamos todos. Todos nos relajamos, pasamos un buen rato, convivimos, nos reímos, desatascamos nuestras emociones contenidas.

Si no estás acostumbrado a jugar de vez en cuando, te invito a explorar diferentes posibilidades y elegir las que más te gusten: Juegos de mesa, juegos de cartas, partida deportiva sin competir, juegos interpersonales más o menos creativos sin necesidad de material, únicamente el ingenio, como mímica, significados, dibujar, adivinar…

En los juegos, como no importan sus consecuencias, podemos a funcionar capacidades que habitualmente no utilizamos en nuestros trabajos. Por ejemplo, la creatividad, nuestras habilidades manuales… y las desarrollamos.

Psicológicamente es muy recomendable jugar a todas las edades, para liberar nuestro estrés, expresar emociones y simplemente… ¡disfrutar!

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