Como consecuencia de la Pandemia debida al Covid-19, nos hemos encontrado con un aumento de padres que piden ayuda para controlar las reacciones comportamentales de sus hijos. En primer lugar, quieren saber si ese comportamiento es consecuencia de algún trastorno y, en ese caso, poder excusarse en que su hijo es así porque padece tal trastorno. El problema surge cuando tras analizar las dinámicas dentro del núcleo familiar, se descubre que el mantenimiento del problema es por una falta de autoridad y disciplina.

Durante el confinamiento muchos padres vieron como no eran capaces de controlar a sus hijos durante todo el día, porque la gran parte del día están en el colegio, hacen actividades extra-escolares, van al parque, entre otros. Para intentar vivir en armonía con ellos, cedieron en determinadas momentos, consintieron algunos comportamientos, etc. que con la vuelta a la normalidad no han sido reconducidos. En ese momento es cuando acuden en busca de ayuda externa como, por ejemplo, a un psicólogo infantil.

En consulta, explican la demanda y esperan que el psicólogo solucioné el problema sin intervención ni colaboración por parte de ellos. La idea que tienen los progenitores de un psicólogo infantil, está sesgada por la idea que tienen de un psicólogo especializado en adultos. Obviamente, a un adulto se le pueden pedir cambios y puede realizarlos o no, pero con niños son los padres los que tienen aplicar las técnicas, ya que los menores no son conscientes de que su problema de comportamiento sea algo malo y puedan decidir por ellos mismos cambiar. Además, los padres están más horas al día con ellos, que el psicólogo, y pueden modelar y reforzar conductas con facilidad. Aun así, nos encontramos a padres que cuestionan la metodología del psicólogo cuando requiere la colaboración de ellos para una economía de fichas, para tiempo fuera, para modelar una conducta, etc. alegando que su hijo se tiene que portar bien porque es su obligación y no por obtener un refuerzo. Se olvidan de que todos los seres humanos realizamos comportamientos a cambio de un refuerzo, ya sea material o emocional: trabajamos por un salario, cuidamos de nuestros seres queridos porque queremos sentirnos bien, que nos den un beso, un gracias, etc.

 

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