Supongo que a todos os sonará la frase del título, nos la han dicho en el colegio desde que somos pequeños y, también, nuestros padres para que no dejáramos para el último día los trabajos importantes. Pero seamos realistas, muchísimas veces las dejábamos igualmente para el final. Pero, ¿por qué? Siempre nos han dicho que era por vaguería aunque, recientemente, un estudio de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, nos ha proporcionado una explicación de este suceso.
La conducta de dejar las cosas que tenemos que hacer para el último momento y en su lugar hacer cualquier otra cosa irrelevante, recibe el nombre de Procrastinación.
Según el profesor Ted O’Donoghue, tenemos la excusa perfecta para nuestra procrastinación, ella se debe a nuestro cerebro y a que somos impacientes por naturaleza, es decir, nuestro cerebro prefiere obtener recompensas inmediatas ante un trabajo realizado y no obtenerlas a largo plazo. Un ejemplo sería el siguiente: tenemos que hacer un dosier para el colegio, trabajo, etc. pero como tenemos que entregarlo en una semana preferimos no asumir la responsabilidad en ese momento, porque los beneficios (que nos agradezcan el dossier) no los vamos a recibir hasta una semana después. Es decir, nuestro cerebro no ve como tangible la recompensa a tan largo plazo. En cambio, cuando queda un día para entregar el dosier, nuestro cerebro empieza hacer que generemos ansiedad para trabajar centradamente en el objetivo (el dosier), porque sabe que al día siguiente cuando entreguemos el dosier, recibiremos la recompensa. Es decir, una recompensa a corto plazo.
Pero, aunque nuestro cerebro sea el que nos permite procrastinar, esto también puede ser modificado si aprendemos a reequilibrar nuestra forma de percibir las recompensas. Son tan válidas unas recompensas a corto como a largo plazo.
Ahora bien, la próxima vez que nos digan que estamos dejando las cosas para el último momento, ¿vas a usar a tu cerebro como excusa?
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