Cuando estamos enfermos, nos duele la tripa por ejemplo, vamos al médico para que nos diga qué nos pasa. En el trabajo pedimos permiso para ir al médico e incluso contamos que es que tenemos fiebre, o anginas y no pasa nada ¿Lo veríamos igual si una persona nos dice que tiene que ir al psicólogo o al psiquiatra? Lamentablemente no. Si alguien nos dice que es bipolar, o que tiene que ir al psicólogo porque está deprimido, o al psiquiatra nos asustamos, lo estigmatizamos o evitamos el tema. Si nuestro hermano es diabético, lo comentamos tranquilamente sin apuros. No obstante, si nuestro hermano es esquizofrénico lo ocultamos o estigmatizamos. Aunque creamos que no, que lo hacemos por su bien, la persona es consciente y eso hace daño.
Por ello, tenemos que trabajar en ver la terapia como símbolo de bienestar y no de locura. Ver a aquellos que van a terapia como gente sana que lo que busca es mejorarse, plantearse nuevos retos y superarlos y no como una persona enferma que tiene problemas y es un rarito.
El día en el que podamos decir en el trabajo que vamos al psiquiatra, que no nos miren raro cuando decimos que vamos a terapia, e incluso nos animen a hacerlo todos los de nuestro alrededor; no porque tengamos un problema serio sino porque es como un gimnasio para la mente, entonces habremos conseguido el objetivo. Ahora que están tan de moda los gimnasios, el culto al cuerpo se ve como algo positivo y beneficioso, que se vea igual de bueno el culto a la mente, el cuidarla y protegerla ya que sin mente no somos nadie, sin mente no somos más que un ente material, algo inerte. Se puede vivir sin una pierna, sin un brazo, pero sin mente no tiene sentido la existencia.
Gracias,
Jara Estrella Fernández