A menudo en el transcurso de una terapia aparecen momentos en que el paciente no se ve capaz de tomar alguna decisión respecto a algún problema importante de su vida o alguno incluso menor y acude al terapeuta no para que éste le aconseje o le oriente, sino para que directamente tome la decisión por él.

Suele ocurrir cuando se ha creado un clima de confianza entre el paciente y el terapeuta, esperando el paciente que el terapeuta no sé de cuenta de su intención. Siempre es más fácil dar una opinión sobre un tema, cortar con una pareja, dejar una amistad, etc. si decimos que el psicólogo lo ha recomendado, aconsejado, etc. cuando realmente es el paciente el que no se está responsabilizando de sus actos, sino delegando en otra persona esa decisión.

En algunas circunstancias el terapeuta puede valorar que imponerle una decisión es positivo, si el paciente es muy indeciso y con esa decisión tomada se mejoran algunos aspectos del paciente, pero es un arma de doble filo. Pues el paciente siempre puede reprochar al terapeuta que tomará esa decisión por él, aunque en el momento estuviera de acuerdo, abandonando la terapia sin conseguir el objetivo por el que acudió a ella.

Por ello, es siempre mejor orientar al paciente y dejarle claro que la decisión que tome, será respetada por el terapeuta, aunque no fuera la mejor a ojos del mismo. Al igual que explicarle que el terapeuta nunca puede tomar una decisión por él, solamente orientarle en que momento debe tomarla.

Los pacientes no pueden venir a terapia esperando que el terapeuta les solucione todos los problemas, sin tener ellos que poner de su parte. Para cambiar y mejorar, es necesario hacer.

 

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