En mi trabajo tratando casos de acoso veo a muchos padres que relatan el acoso escolar que sufren sus hijos. En muchos de los casos, sean conscientes de ello o no, sucede que el niño que lo sufre tiene altas capacidades intelectuales.
De hecho, indagando un poco más en el contexto de las altas capacidades, aproximadamente la mitad de las personas con esta característica sufren o han sufrido bullying.
Muchos niños con altas capacidades, también conocidos coloquialmente como superdotados, no son diagnosticados. Al margen de cumplir o no una categoría diagnóstica, que en realidad no es más que una etiqueta, las altas capacidades básicamente se caracterizan por un funcionamiento bastante más rápido del cerebro, lo que lleva aparejado un gran potencial para la inteligencia, pero también para la percepción y las emociones. Estos niños sienten todo mucho más, son hipersensibles.
¿Por qué sufren tanto acoso escolar los niños con altas capacidades? Una de las posibles explicaciones es que son diferentes, al menos en esas características, piensan más rápido y son más sensibles. Es conocido cómo los humanos tenemos una tendencia, en parte adaptativa y evolutiva, en parte también cultural, de rechazar a los que son diferentes, los vemos como un peligro potencial para «la identidad de nuestro grupo», que es parte de nuestra identidad como individuos.
También existe cierta dosis de envidia, entre los demás niños que no tienen tanta facilidad de memoria, de procesamiento de información. O quizá envidian que son más sensibles y atentos a las reglas y a la justicia.
Desde el punto de vista del niño con altas capacidades, los desprecios se viven con más sentimiento, dada su hipersensibilidad. Un insulto, un vacío, un golpe, el niño superdotado lo vive (y lo sufre) con una intensidad tremenda. Tampoco encajan estos niños el incumplimiento de las normas que entienden como justas. No les cabe en su lógica las injusticias, les cuesta encajarlas.
En algunas ocasiones los niños con altas capacidades son los acosadores. En estos casos el proceso suele ser el siguiente: tuvieron problemas de integración y se aburrían en clase, no se adaptaron al sistema educativo (en España, aunque se diga lo contrario, el sistema educativo está diseñado para hacer a todos iguales, encaja mal las diferencias y tiende a atajarlas). En ese contexto, algunos de estos niños se vuelven “anti sistema”, contra ese sistema que les ha excluido. Y pagan esta frustración con ira, ya sea interna (autolesiones o suicidio) o externa (agresión a otros).
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