Si exploramos el significado del acoso, nos encontramos con una violencia ejercida, consciente y repetidamente sobre una persona, por parte de otra que ostenta una posición de poder.

En el colegio, los niños pequeños exhiben conductas violentas, agresiones físicas generalmente, fruto de la envidia y de su necesidad de ser aceptados por el grupo, en una lucha muchas veces genuina, sin una maldad intrínseca, haciendo uso, mal uso en este caso, de las habilidades con que la naturaleza ha ido dotando al ser humano para su supervivencia.

En las sociedades avanzadas, uno de nuestros logros consiste en haber conseguido mantener a raya la violencia física a través de normas culturales y leyes que posibilitan la convivencia, en un pequeño territorio, de cientos o miles de personas. Son la familia y el colegio los encargados de ir moldeando a los niños y que se adapten a vivir en nuestra sociedad, a dejar a un lado la violencia física. Los niños van aprendiendo que pegar, golpear, quitar cosas a otras personas, son castigadas por la sociedad, en este caso por sus profesores y otros compañeros, que van afeando esas conductas.

Sin embargo, a medida que desaparecen del repertorio esas conductas de violencia física, en muchos niños aparecen otras conductas violentas que, al ser más sibilinas y no tan detectables, pueden quedar impunes e irse reforzando. Si no se descubren y penalizan estas conductas de violencia psicológica (insultos más o menos sofisticados, confabulaciones, aislamiento, esparcir bulos y rumores, etcétera), saldrán a la sociedad personas muy tóxicas, que quizá no roben ni maten físicamente, pero sí generan malestar a su alrededor y seguirán acosando en su edad adulta.

El hombre, la mujer de hoy en día, tiene en su repertorio de conductas, naturalmente evolucionadas, además de la violencia, otras posibles respuestas que deben cultivarse en su educación para posibilitar la convivencia: El aprendizaje vicario o por imitación; la empatía, fomentada mediante técnicas diversas, teatro, etcétera; el reconocimiento y manejo de las propias emociones… En definitiva, un colegio, una familia que fomente estas conductas provee a sus niños y a la sociedad de personas que controlan su violencia y generan bienestar.

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