Sucede muchas veces, especialmente al regresar de vacaciones y, en mayor medida, si estas han sido largas y nos han sacado de nuestro ambiente habitual. ¡Cómo nos cuesta volver a nuestras antiguas costumbres!
La vuelta al trabajo se hace dura pero, como sentimos la obligación de acudir, otras personas nos esperan y dependen de nosotros, acabamos yendo y en seguida, en unos días, nos acostumbramos de nuevo al horario y ritmo del trabajo.
Sin embargo, nos sentimos incapaces de retomar antiguas rutinas y costumbres que, en su momento, nos sentaban muy bien. Como por ejemplo hacer nuestro deporte favorito y que ahora lo vemos muy lejano, cuesta arriba, como si nunca lo hubiéramos hecho. O practicar nuestros hobbies, para los que habíamos establecido huecos en nuestra semana y ahora, por falta de práctica y de horario definido, se han desdibujado…
¿Qué podemos hacer para volver a nuestras buenas costumbres?
Lo primero, es darnos cuenta: ¿Cuáles de ellas echamos de menos? Tratar de recordar los buenos momentos que nos hacían pasar y lo bien que nos sentíamos haciéndolas.
Una vez somos conscientes de aquello que hemos dejado de hacer, reevaluar esas actividades. ¿Cuáles eran realmente impuestas desde fuera y no nos gustan? Quedarnos con aquellas que verdaderamente queremos hacer, aunque nos cueste ahora hacerlas y aprovechar para abandonar aquellas otras que no nos convencen.
Después de reevaluar nuestras antiguas rutinas, e incluso encontrar otras costumbres que realmente queramos instaurar en nuestro horario, tenemos que ponerles, asignarles, un momento realista para hacerlas. Descubrir el mejor momento del día para cada una y asignarles un hueco en nuestra agenda. Por ejemplo: Si sabemos que hacer deporte al final del día nos dará mucha pereza porque estamos cansados, pero realmente nos beneficiaría, podemos buscar momentos al principio del día o a la hora de comer para hacerlo.
El truco es comenzar las actividades en dosis pequeñas, que nos permitan darnos cuenta de que son realizables y no nos traen los inconvenientes que nos forzaron a dejarlas sino las ventajas que ya sabíamos. Y tratar de no dejarlas por un período largo, ir yendo de vez en cuando, aunque haga dos semanas que no vamos, no dejarlas definitivamente. Como le gusta decir a mi padre, con un símil del ciclismo, ir «haciendo la goma con el pelotón», sin descolgarnos definitivamente.
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