En los casos de acoso, que suponen violencia repetida y premeditada, estamos escuchando mucho las soluciones basadas en la víctima: denunciarlo, salirse de la situación, etc. También las soluciones basadas en el entorno: educación emocional, ayudar a la víctima a denunciarlo…

Sin embargo, nos cuesta ponernos en la piel de quien perpetra este acoso, esta violencia contra otra persona. Esto es, precisamente, lo que necesitaría el agresor para detener su conducta de acoso: ponerse en la piel de la víctima y sentir sus emociones, su tristeza y su miedo.

Desde mi punto de vista, la solución del acoso pasa por corregir al acosador. De alguna forma, no es fácil educarle en la empatía, conseguir que sienta en su propia piel las emociones que siente la víctima, pero sin humillarle ni someterle a violencia, pues esto solo perpetuaría su violencia en una espiral.

El objetivo final de esta re-educación del agresor tendría que ser que sea capaz de pedir perdón sincero a la víctima. En ese momento, demostraría que es consciente plenamente del daño que ha hecho y que tiene intención de no hacerlo más.

De la experiencia de casos semejantes, incluso tan graves como los de peligrosos terroristas que se han arrepentido, extraigo estas características que tiene el perdón cuando es sincero y efectivo:

  • El perdón sincero debe venir desde sentir el dolor de la víctima, no solo desde nuestra propia culpa y vergüenza.
  • Acompañar la petición de perdón con acciones que traten de reparar el sufrimiento producido, que no quede sólo en palabras.
  • Pedir perdón con humildad, esto es, sin excusar nuestros actos, sino reconociendo plenamente nuestro error.
  • Cuando pedimos perdón, hemos de ser conscientes de que no tenemos derecho a ser perdonados. Puede pasar tiempo hasta que nos perdonen o incluso no seamos perdonados nunca.
  • El perdón, cuando es real, tiene un gran efecto no sólo en el agresor sino en la víctima, es muy terapéutico desde el punto de vista psicológico para ambos.

Tantas veces la víctima de la violencia se siente culpable… El saber, de parte de su agresor, que este asume plenamente la culpa, libera en parte a la víctima. La víctima muchas veces extrae la conclusión de que los otros son malos y el mundo peligroso. Esta creencia se alivia y atenúa cuando el agresor pide perdón sincero.

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