Hay una corriente en psicología que se denomina terapia narrativa. Se basa en el potencial que tiene la escritura manuscrita para organizar nuestro cerebro e integrar las emociones.

Yo, en el ejercicio de mi profesión como terapeuta, tengo la obligación de utilizar las técnicas que han demostrado una mayor eficacia para el tratamiento de los distintos problemas. Sin embargo, dichas técnicas pueden provenir de paradigmas teóricos muy dispares.

En mi caso, soy licenciado en Ciencias Físicas además de en Psicología. Mi formación en ambas disciplinas me ha enseñado que todas las teorías son falsas. Sí, el que te diga lo contrario te está engañando. Todas las teorías, de las diferentes escuelas psicológicas, son falsas. Algunas, son útiles. Es decir, que independientemente de la base teórica que haya bajo una escuela, lo que me anima a utilizar sus técnicas es ¡Qué sean útiles!

Así, una de las técnicas que uso a menudo con mis pacientes es pedirles que escriban una carta. No importa si después van a entregar o no dicha carta a su destinatario, eso queda a la elección del paciente. De hecho, poco importa si su destinatario está vivo o muerto, puede ser incluso el mismo paciente. En esta carta, se trata de que cuenten al destinatario todo aquello que quieran mencionar ya sean hechos pasados, sentimientos, pensamientos y, muy importante, sus emociones.

¿Qué se consigue con esta técnica? ¿Cuáles son los beneficios para el paciente? Además del beneficio más obvio, que es exponer cosas que no se querían o podían decir a la cara, hay otro beneficio muy interesante. Al escribir, y en especial a mano, con caligrafía manual, se utilizan habilidades que están inscritas, básicamente, en el hemisferio izquierdo del cerebro. Las emociones y los pensamientos que se intentan transmitir, están extendidos por el cerebro, fundamentalmente las emociones en el hemisferio derecho. Al hacer este ejercicio, se consigue integrar estas dos áreas cerebrales y esto tiene un efecto terapéutico para el paciente. Además, se da cuenta de la relación que tienen sus emociones, sus pensamientos y sus sensaciones físicas.

Y ya al margen de sus propiedades terapéuticas, escribir es muy recomendable. Nos ayuda a organizar nuestros pensamientos y expresar y definir nuestras ideas. También, en cierta forma, libera la mente al externalizar una parte de su contenido. Sobre esta última ventaja, hablaremos más en detalle en un artículo posterior.

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