Hace unos sábados tuve una experiencia muy positiva. Acudí al examen PIR (Psicólogo interno residente) que se llevó a cabo en la UCM de 16 a 21 horas. He de decir que acudía sólo por vivir la experiencia, no había preparado el examen salvo por mi labor profesional y mis lecturas de psicología, que me apasiona.
Para poneros en contexto, hay que decir que el examen PIR es una oposición muy dura que posibilita la entrada a una formación de 4 años en la sanidad pública española. Es duro porque se presentan unos 4.000 aspirantes para 130 plazas, con un ratio aproximado de 30 aspirantes por plaza. Dicho esto, es obvio que el común de los aspirantes lleva cuando menos un año de preparación intensa. Yo me presenté con lo puesto. Ni siquiera llevé reloj (no uso y no tenía ninguno a mano), que suele ser un instrumento básico para organizar las 225 preguntas por bloques temporales. El día del examen por la mañana vi que tenía que rellenarse con bolígrafo, por lo que me llevé dos (uno de repuesto). Y así aparecí a hacer el examen, con dos bolígrafos y un plátano (para comer en mitad del examen y aportar algo de glucosa). Pero hay algo que no llevaba y que me ayudó grandemente: No llevaba apenas ansiedad o miedo.
Realicé el examen con una tranquilidad tremenda. Iba a evaluarme, a conocer la experiencia, a aprender. Francamente me siento orgulloso del resultado para ser la primera vez que hacía el examen, ni siquiera en simulacro. Pero, al margen de mi marca personal, que no es relevante, aprendí lo siguiente:
- En los exámenes y evaluaciones en general, la ansiedad o miedo no nos ayuda. Nos bastaría con la ansiedad intrínseca de la prueba en sí (sus formalismos, sus aspectos técnicos) para provocar el grado necesario de estrés para rendir correctamente. El resto de estrés, generado por nuestros miedos, interfiere negativamente en nuestro rendimiento.
- El hecho de tomarnos el aprendizaje, y el momento de la evaluación de este, como un disfrute, reto, realización personal, nos ayuda a pasarlo bien, a tener bienestar, incluso en los momentos de tensión. Todo ello, incluido el examen, lo hacemos para nuestro bienestar. Si no, mejor no lo hacemos.
Os diré que pasé una tarde maravillosa, sin móvil, enfrentado a cuestiones interesantes de psicología, que me apasiona. ¡Me sirvió para encarar con ilusión el próximo examen!
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