La novela “Los Miserables” de Víctor Hugo es una maravilla de la literatura. Pero su adaptación a musical lleva más de 30 años encantando al público y es una obra maestra del teatro.

Voy a intentar transmitir por qué “Los Miserables” se adueña de mi alma cuando leo el libro, veo el musical, ya sea en vivo o grabado, qué me llama tanto la atención como psicólogo.

El protagonista, Jean Valjean, era una persona normal, con mala suerte al comienzo de su vida, tuvo que robar comida para sobrevivir y fue condenado. Muchos de nosotros nos identificamos con él, pues no es un héroe extraordinario si no normal, cotidiano, con sus errores y aciertos.

Otro personaje, un obispo, que siempre ha tenido medios suficientes para vivir, se cruza en su camino. Sin embargo, pese a no haber pasado penalidades, este clérigo siente empatía por los demás, no se aísla en su poder. Un día, acoge en su casa a Valjean, que huye de prisión y no tiene nada. Al día siguiente, Valjean le roba la plata y huye. Pero cuando le encuentra el policía Jabert e intenta que confiese, el clérigo le ayuda, alegando que no fue un robo, fue un regalo y, en privado, le perdona y le insta a hacer el bien.

Este acto de bondad toca el interior del pobre Jean Valjean y le cambia para siempre. Ya no soy el mismo hombre, grita Valjean aliviado. A partir de entonces, intenta ayudar a los demás necesitados que va encontrando en su vida.

Esto, en psicología, lo llamamos una “experiencia emocional correctiva”, como enseñaba Franz Alexander. Cuando una persona ha tenido traumas en su desarrollo y un apego inseguro, necesita de una figura que se convierta en el “padre/madre” que no tuvo. El psicólogo, como figura de apego, trata de restaurar el apego inseguro que el paciente tuvo en su infancia. Para esto, debe hacer uso de su empatía pero, ante todo, su cualidad más importante: la aceptación incondicional. Cuando el paciente se siente aceptado, no juzgado, seguro, entonces puede cambiar. Se puede producir esa experiencia correctiva y darse cuenta de su propia valía, que no era capaz de ver. Así, se forma un vínculo de apego seguro con su terapeuta.

Una vez que el paciente ha restaurado ese vínculo de apego, puede acudir de nuevo a su vida cotidiana, como Jean Valjean y aportar, eso mismo que ha recibido, a los demás. Así, Valjean llora por su protegida, Cossette y le aporta un vínculo, un apego seguro, rescatándola nuevamente de su tristeza. No sólo le aporta bienes materiales si no fundamentalmente su cariño y protección. De esta forma, restaña sus heridas y convierte a una niña considerada “miserable” en el ser humano que es, le devuelve la capacidad de amar.

Puedes contactar con nosotros en www-conectia-psicologia.es o llamando al 674 241513 y te ayudaremos con temas relacionados con este artículo o con otros problemas que quieras resolver.