Hoy quería hacer una reflexión distinta. Llevo varios años ejerciendo como psicólogo y no había leído ni escuchado nunca hablar sobre los “productos” que traen los pacientes a la consulta.

Es sabido que a un psicólogo vas, fundamentalmente, a hablar. Es mediante las palabras, algunas veces movilizando el cuerpo también, que uno llega a alcanzar cierto bienestar. Sin embargo, es muy importante, como he podido constatar en mi experiencia, estudiar los “productos” y objetos que traen los pacientes al despacho. Para que se entienda mejor, pondré diferentes ejemplos de mi experiencia en consulta.

Uno de mis pacientes tiene una gran afición, diría habilidad profesional, por escribir cuentos y novelas. Pues bien, compré su libro de cuentos, que me firmó amablemente con una bonita dedicatoria y, al leer los cuentos, muchos de ellos con pinceladas autobiográficas, pude entender mejor su historia vital y tratar algunos aspectos que, de otro modo, hubiera pasado por alto en terapia.

Otra paciente se dedica profesionalmente a la música, toca el piano y canta.  Me regaló dos CDs y escuchando su música, entiendo mejor sus emociones y su vida interior. Observé otra faceta de la persona, ya que en consulta siempre habla, nunca había cantado ni tocado el piano, como es lógico.

Otra persona me trajo un día, como regalo, un perfume. Este gesto me indicó varias cosas de este paciente. Entre otras, su generosidad, que ya había percibido en otros momentos de la terapia. También denotó sus gustos, su sensibilidad. Muchos detalles, si somos conscientes y los sabemos detectar.

En otros casos, son los artículos en prensa que leo sobre mis clientes, aquellos que me ayudan a entender los diferentes momentos, críticos o de bonanza, de otro paciente que es CEO de una importante compañía española. Estos artículos ofrecen otra faceta sobre esta persona, la visión de otras personas, el análisis de su trabajo, etcétera.

Otra paciente es invidente y me producen especial emoción sus escritos. Cada semana le propongo diferentes tareas para trabajar fuera de sesión y puntualmente me envía sus documentos, desarrollando las tareas. Me llena de emoción pensar qué bien se comunica por escrito, mejor que la mayoría de mis pacientes, que ven perfectamente. En otra ocasión, pasé a esta paciente un test complejo, hablado en lugar de leído y tardamos poco más que otras veces, en completar 370 preguntas. Pasamos un rato muy agradable, sin prisas, le ofrecí y compartimos un café y unas pastas danesas, para hacer más amena esa hora.

En definitiva, me llena de orgullo ver, con mis propios ojos, los productos de mis pacientes en su vida cotidiana, ajena a la consulta. Además de proporcionarme información sobre ellos, me habla sobre sus logros, pequeños o grandes, todos distintos y muy humanos.

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