Muchas veces escuchamos a nuestro alrededor ciertas personas que se quejan, cada año, al volver la Navidad. Hace unos años no era muy popular esta queja pero últimamente sí es frecuente que algunas personas se atrevan a decir: “No me gusta la Navidad”.
Obviamente la Navidad y sus fiestas cercanas tienen un sentido religioso y no podemos prescindir del mismo, por poco creyente que uno sea. Nuestra cultura se basa en la tradición cristiana y forma parte de nosotros, lo queramos reconocer o no. Si no eres creyente, sólo por la influencia cultural que han tenido estas fiestas reconocerás su importancia.
Hablaré como psicólogo y expresando mi opinión personal, sin entrar en la parte espiritual y religiosa, de estas fiestas que celebraremos en unos días.
- Entiendo perfectamente que a muchas personas no les guste la Navidad. Tradicionalmente han sido unas fechas, casi tres semanas, en que todo el mundo tenía que mostrarse alegre y solidario. Es un sufrimiento añadido cuando una persona es obligada a sentirse alegre, o de la forma que sea, si no lo siente de manera natural. De hecho, suele producirse un efecto rebote y hay personas que reaccionan estando más tristes que de ordinario.
- El tema de hacer regalos es otro factor que estresa mucho a algunas personas. Ven antinatural forzarse a regalar algo, un día concreto, a todos los seres queridos. Normalmente, las personas sentimos deseos de dar y regalar, unos más que otros y dependiendo de nuestro estado de ánimo y del momento que atraviese la relación con cada persona, etc. ¡Cuántas veces nos sale natural y nos apetece regalar algo a una persona! En esas ocasiones se siente con especial cariño. Pero no funciona si es obligado.
- Es en esta época de música, luz y alegría obligada cuando se hacen más notorias, por contraste, las situaciones que viven otras personas, sus tristezas, su carácter introvertido, su timidez… Estas otras personas, no pueden evitar sentirse raros y no entendidos por la mayoría, en estas fechas.
- Yo soy partidario de sacar siempre lo positivo de todas las situaciones. En estas fiestas es tradicional reunirse en familia. Puede ser un buen momento para reflexionar sobre nuestra familia. De poco nos sirve desear que todos los que formaron parte de ella estuvieran vivos o fueran las personas más ideales o de cuento que nos podamos imaginar. Nuestra familia es la que es y cada uno son como son. Disfrutar de cada uno como son, sin intentar cambiarles, es la mejor receta. Es importante darnos cuenta de que ellos son quienes, al margen de sentimentalismos, están ahí en los momentos malos, nos acompañamos en el hospital, nos ayudamos económicamente cuanto podemos, acompañamos y cuidamos a nuestros niños.
- Algo que estresa mucho a los amantes de la rutina es tener que salir de ella. A muchas personas, las rutinas cotidianas les ayudan a construir su vida y salir de ellas durante tres semanas les descoloca y pierden algunas costumbres que cuesta mucho recuperar, como cuidar su alimentación o su pauta de ejercicio semanal. De esto último, también podemos sacar cosas positivas: Por un lado, es un reto a nuestras costumbres, ver si podemos sacrificarlas durante unos días y luego volver a ellas puede fortalecernos. Y también nos ayuda a ser más tolerantes y flexibles.
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