El otro día leía una noticia en el periódico sobre el uso de los teléfonos móviles por parte de los niños y pre-adolescentes.  Me impactó por un lado, que la mayor parte de ellos tienen un uso abusivo de esos dispositivos móviles y, por otro, la facilidad con que los padres les permiten acceder a ellos, ya que suelen regalárselo cuando lo piden ya sea en un cumpleaños, Papa Noel, los Reyes Magos, la Comunión y un largo etcétera. En este post no voy a entrar en si es bueno o malo que los niños y pre-adolescentes usen estos dispositivos, sino en la forma en que los padres o tutores permiten o no a sus hijos determinadas cosas.

Hace años cuando el menor se portaba mal, se optaba por castigarle prohibiéndole hacer alguna actividad, como ir a casa de un amigo, o algún objeto o juguete que quisiera, una consola, unas deportivas. Con esto, los padres pensaban que hacían lo correcto y educaban al niño. Lógicamente, el niño aprendía que determinadas cosas no se hacían pero no porque no se hacían. Cuando el niño es muy pequeño, explicarle porque no se meten los dedos en el enchufe o porque no se tira un vaso al suelo no es fácil. Pero, cuando el niño ya tiene la capacidad de entender y razonar hay que explicarle por qué las cosas se hacen o no se hacen y dar ejemplo uno mismo.

Recuerdo cuando era pequeña que cuando en la mesa uno se ponía a jugar con la Game Boy, nuestros padres nos decían “ves a alguien jugando en la mesa” y como la respuesta era no, dejábamos de jugar. Hoy en día con los teléfonos móviles, los padres quieren que sus hijos no los estén mirando en la mesa, por lo que les prohíben que los tengan en la mesa. Pero ellos son los primeros que comen con el móvil al lado como si fuera un utensilio necesario durante la comida como lo es el tenedor y el cuchillo. En este ejemplo, nos encontramos con que el menor no puede hacer una cosa que sus padres le han prohibido, sin razonar ni darle explicaciones, mientras sus padres están haciendo lo prohibido.

Hoy en día, en una sociedad que creemos que ha evolucionado, siguen existiendo muchos padres que optan por castigar a sus hijos cuando no hacen lo que ellos quieren que hagan. En lugar, de razonar con sus hijos el porqué de las cosas. Incluso, pidiéndole a los críos que no hagan cosas que ellos mismos hacen en su día a día.

 

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