Algunos pacientes acuden a consulta verbalizando que en algún momento del día se dan cuenta que están sucumbidos en otro mundo. Muchos no saben cómo explicar por qué se van a ese otro mundo, desde cuándo lo hacen, etc.
El proceso en el que nos separamos de nuestra realidad para irnos a otra mental es muy diferente en cada persona. Algunos se van unos minutos y otros se van horas, algunos lo hacen de forma consciente y otros inconsciente.
Cuando la ensoñación ocurre de forma esporádica no se la considera un trastorno, es una vía de escape puntual ante una situación desagradable. En cambio, cuando el proceso de ensoñación es muy frecuente y cada episodio dura horas, podemos hablar de trastorno. Las personas que pasan más tiempo en su ensoñación que en la realidad, suelen experimentar sensaciones, emociones, etc. hacia las personas y situaciones que vive en su mundo de ensoñación. Los casos más graves de este trastorno son aquellos en que las personas pasan horas dentro de ese mundo. Debido a que la situación soñada es tan favorable y positiva en contra posición a la vida real, tienen una necesidad imperiosa, que les termina causando ansiedad, de volver a su ensoñación. Se parece a una adicción, necesitan esa felicidad que le proporciona su ensoñación para vivir su realidad, y cada vez, como toda adicción, necesitan más.
Los motivos por los que se produce este trastorno son diversos y no están muy claros. Normalmente, está relacionado con la vivencia de una situación traumática a temprana edad, con una carga emocional muy fuerte, que da lugar a una disociación. Suele iniciarse en la infancia y mantenerse durante la adolescencia y la vida adulta.
Es un comportamiento bastante frecuente, siempre se ha dicho “sueña despierto” aquella persona que está soñando con los ojos abiertos, está físicamente pero mentalmente está en otro lugar, a veces se sueña con ganar un premio, un ascenso, etc. pero son ensoñaciones de uno o dos minutos.
El mayor y mejor exponente de este cuadro sería “Alicia en el País de las maravillas” de Lewis Carroll.
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