Como con muchas otras comidas o bebidas, el problema con el alcohol surge cuando se abusa de la bebida o cuando no podemos controlar la cantidad que consumimos.

Las bebidas alcohólicas forman parte de nuestra cultura y tienen una larga tradición en la historia de la humanidad. Las usaban los chamanes en sus remedios, se ha utilizado mucho en Oriente para socializar, los monjes en la Edad Media fabricaban cerveza en las abadías. Muchas personas las utilizan en su vida en su justa medida, como complemento de las comidas, como apoyo en sus relaciones sociales o, sencillamente, disfrutando de su sabor.

Generalmente, se considera que la conducta de beber alcohol es un problema cuando interfiere con alguna de las áreas importantes de la persona. Por ejemplo, cuando afecta a su salud o la de las personas cercanas, pues descuidamos a la familia, pareja o hijos. O, debido al alcohol, realizamos acciones que ponen en peligro a los demás, como peleas o conducción temeraria. Se considera un problema si interfiere en nuestro trabajo, imposibilitando acudir algún día o disminuyendo la calidad de su ejecución o la atención necesaria. También se considera un problema cuando interfiere en nuestras relaciones significativas, familia o amigos, propiciando enfados, discusiones, descuido o dificultando nuestras actividades sociales.

Hay dos tipos de problemas graves con el alcohol:

  • Uno es el abuso ocasional que lleva a la intoxicación y que puede tener consecuencias graves e imprevisibles. Estas personas, en su vida cotidiana controlan la bebida pero, en ciertos momentos, tienen explosiones y se descontrolan totalmente, poniéndose en una situación de riesgo.
  • Otro problema es el alcoholismo. Se trata de un consumo habitual de alcohol por encima de los límites recomendables, que la persona siente que no es capaz de controlar. Este consumo lleva a la habituación, en que el efecto del alcohol no es el mismo que al principio y le lleva a beber cada vez más. La conducta se convierte en un hábito, asociado muchas veces a calmar la ansiedad cuando esta se produce, derivada de los problemas que afronta en su vida. La persona que se ve atrapada en el abuso del alcohol, aún siendo responsable de su conducta, no debe ser estigmatizada. A todos podría ocurrirnos si nos viésemos en sus mismas circunstancias y no tuviéramos una conducta alternativa a mano.

Lo primero que debemos hacer ante una persona cercana que tiene ese problema es brindarle nuestro cariño y apoyo, salvar a la persona por encima de su conducta y empatizar con sus otros problemas. Luego, hacerle ver los problemas potenciales que presenta su conducta e invitarle con ello a darse cuenta de que tiene un problema con el alcohol. Dada la dificultad que estas personas tienen para controlar su hábito, es muy recomendable sugerirles que se apoyen en un psicólogo de confianza, que pueda brindarle la aceptación incondicional y conoce las técnicas que pueden ayudarle a cambiar esa parte de su comportamiento que es dañina.

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