¿Es posible criar a un bebé en una jaula de perro, junto a otros animales, durante años? Ha ocurrido, según relata el psiquiatra Bruce Perry, en su libro El chico a quien criaron como perro, sobre un caso real que trató. Obviamente, se trata de un caso excepcional, en que un pariente del niño lo tuvo que adoptar por diferentes circunstancias y él era criador de perros, así que ese fue el cuidado que propició a su bebé adoptivo. Casos parecidos se dan, quizá a nuestro alrededor y no somos conscientes.
Para tener un hijo, no se exige un carnet de padres y es una de las responsabilidades más importantes que existen. Es obvio también que los bebés no vienen con un manual de instrucciones cuando nacen. Acaso no conoces padres que apenas dedican unos minutos al día a sus hijos, de tanto que se dedican a su trabajo. Hay padres que abusan de sus hijos ya sea física, psicológica o sexualmente. Hay familias donde no se satisfacen mínimamente las necesidades de los niños.
Según el modelo de psicopatología más reconocido en la actualidad (siempre considerando, como repite mucho mi maestro José Luis Marín, que todos los modelos son falsos, algunos son útiles) se atribuye a un apego mal formado durante los tres primeros años de vida, la mayoría de las consultas a psicólogos a lo largo de la vida de las personas.
Este modelo viene a decir, resumiendo mucho, que los bebés al nacer sufren un trauma enorme al pasar de la tranquilidad del útero al “peligroso mundo exterior”. Este trauma da lugar, como todos los traumas y situaciones estresantes, a una secreción de cortisol y otras hormonas del estrés, que provocan, a la larga, inflamaciones de ciertas áreas cerebrales. Si el bebé no es calmado adecuadamente en sus primeros 3 años de vida, quedan secuelas, inflamaciones cerebrales duraderas que derivarán en sufrimiento psicológico con gran probabilidad a lo largo de su vida.
El bebé ha de desarrollar un vínculo, una relación, con una figura de apego o cuidador principal, que suele ser su madre biológica. Ese vínculo se denomina apego seguro si, en una mayoría suficiente de situaciones, se satisfacen adecuadamente las demandas del niño. Hay que tener en cuenta que estas demandas no sólo son fisiológicas (comer, dormir, estar sano, etc.) si no principalmente afectivas (cercanía y abrazos de su madre, reciprocidad en los gestos, regulación de sus emociones, etcétera). Cuando no se satisfacen esas demandas o se hace sin un patrón lógico y predecible, se desarrollan vínculos de apego inseguro, en sus diferentes subtipos, según describió Bowlby, uno de los psicólogos más influyentes del siglo pasado, si no el que más.
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