Vivimos en una sociedad en la que nos vemos casi obligados a realizar muchas conductas que nos llegan como un ‘bombardeo’ por diferentes medios.
Las nuevas tecnologías han irrumpido de tal forma en nuestra vida diaria que si nos paramos a pensar, no tenemos la sensación de haber elegido adoptarlas sino la sensación de no poder resistirnos a las mismas.
Además, la velocidad con la que el desarrollo pone a nuestra disposición cosas nuevas es exponencial, tanto que es prácticamente imposible estar al día de todas estas novedades.
Históricamente, el hombre ha dispuesto de tiempo para adaptarse a su propio desarrollo, de forma que ha ido modificando su conducta para aprovechar al máximo las ventajas y facilidades de todos estos avances. Ahora no es posible, no hay tiempo material y además cada vez habrá menos. La sensación puede ser ‘vertiginosa’.
En este contexto, uno de los aspectos que nos genera más desasosiego es la sensación de no tener el control, de sentirnos arrastrados e incluso a veces esclavos de nuestro propio comportamiento deseando volver a una situación de calma y tranquilidad.
La pregunta clave que nos hacemos es ¿hasta qué punto hago lo que hago porque quiero o porque no puedo resistirme a ello? La respuesta es importante, pues marca la diferencia entre disfrutar con una conducta o ser adicto a la misma.
Para contestarla quizás ayude reformularla de otra forma: ¿Cuándo hago algo realmente disfruto con ello o simplemente lo hago para evitar la desagradable sensación que me produciría no realizarlo?
Es el caso claro de la frontera entre la costumbre y la adicción: cuando una persona fuma o bebe por el simple placer de hacerlo (dejando aparte las repercusiones para su salud) tiene una costumbre. Sin embargo, cuando fuma o bebe para evitar la sensación que le invade cuando no lo está haciendo (el denominado comúnmente ‘mono’) tiene una adicción.
Hay adicciones que no son tan obvias porque han irrumpido muy recientemente en nuestras vidas y no hemos tenido tiempo ni de concienciarnos, pero nos generan también mucho malestar en nuestra vida diaria: redes sociales, móvil, compras on-line, etc. y al igual que las adicciones ‘tradicionales’ requieren ayuda y tratamiento para superarlas, lo cual resulta imposible si al menos no somos conscientes de que no son una costumbre sino una adicción. Frente a cualquier conducta que realicemos formulémonos siempre la pregunta: ¿Cuándo hago algo realmente disfruto con ello o simplemente lo hago para evitar la desagradable sensación que me produciría no realizarlo?, en la respuesta está el principio de la solución.
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