8:55 de la mañana, vamos de camino porque a las 9:00 tenemos que estar en el cole. Mi peque se detiene en el camino, se sube a caminar por un bordillo lentamente haciendo equilibrio y de pronto se agacha a ver como camina una hormiga. Vienen las broncas, los tirones del brazo y el estrés en medio de la calle. Llegamos a toda prisa al cole: misión cumplida, para nosotros… ¿Y qué pasa por la cabeza del niño?
Para nosotros los adultos a veces es muy difícil entender por qué un niño hace las cosas muy despacio o por qué se distrae tanto cuando hay mucha prisa, y siempre llegamos tarde “por culpa de los niños.” Lo que en realidad no entendemos es que ellos van a otro ritmo, el cual está muy alejado de nuestra agenda, de los relojes. No saben lo que es la prisa, por más famosa que queramos hacerla. Constantemente nos vemos gritándoles “date prisa”, “llegamos tarde”, “espabila”, “qué lento eres”, “camina más rápido”… Su ritmo es parte de su desarrollo, necesita ese tiempo para aprender, aunque lo veamos de otra forma.
¿Qué daños puede causar esta situación?
- Los niños se estresan por nuestro propio estrés
- El niño pierde parte de su aprendizaje natural y de su autonomía: a veces con las prisas terminamos vistiéndoles o si vamos por la calle le cortamos su curiosidad porque no nos podemos detener.
¿Qué podemos hacer?
- Si es posible, modifiquemos nuestra agenda para salir un poco antes sin prisas
- Si vamos con muy poco tiempo expliquémosle al niño que en otro momento iremos más despacio y podremos ir como él quiere
- Saquemos realmente ese momento del que hablamos en el punto anterior. Durante ese tiempo sigamos y respetemos su ritmo. Observemos con detalle cómo aprende de las cosas: sus miradas, sus sonrisas… contestemos sus preguntas. Tampoco vale sacar ese tiempo para que mientras el niño ve las hormigas cojamos el móvil y contestemos correos… acompañémosle.
- En los días libres o de vacaciones, no programemos los días con itinerarios llenos de visitas, horarios y actividades que pensamos que les gustarán… al final es posible que se conviertan también en días estresantes porque no lleguemos a todo a tiempo. Dejemos hueco a la improvisación y a la sencillez, que sea el niño que nos sugiera planes. Jugar con la tierra tal vez es lo que más le agradaría. Y por qué no, juguemos y concentrémonos como y con él, es buena forma de practicar Mindfulness en familia.
No es nada fácil porque cada vez el ritmo de la vida es más acelerado, pero tenemos que conseguir llegar al equilibrio en el que estemos bien nosotros y ellos también. No olvidemos que nosotros fuimos niños y que ellos ya tendrán tiempo de ser adultos.
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