Desde tiempos inmemoriales el hombre ha intentado descubrir y dominar los aspectos que hacen que otras personas se sientas atraídas por ellos. Este poder tan apreciado por el hombre, en la antigüedad se ha atribuido a factores externos: pócimas, hechizos, amuletos, etc.

Más recientemente, los primeros estudios sobre atracción interpersonal, se remontan a principios del siglo pasado y estaban centrados sobre todo en el efecto de la proximidad física, de modo que, consideraban que cuanto mayor sea el contacto físico entre dos personas, más probable es que surja la atracción. A finales del siglo pasado, el estudio de la atracción se centró en la semejanza, más que en el contacto físico: dos personas se atraen con más probabilidad cuanto más semejantes son. Por último, las últimas teorías se basan en un modelo económico de coste-beneficio de las relaciones: los beneficios hacen referencia a los aspectos gratificantes de la relación y el coste a aquellos aspectos a los que debemos renunciar por mantener la misma. Siempre que los beneficios sean superiores a los costes, se supone que la relación es favorable y por tanto merece la pena mantenerla. A esta fórmula hay que añadir dos factores adicionales: la comparación con otro tipo de relaciones que potencialmente se pueden tener y las oportunidades reales para tener esta otra relación.

Todas las teorías incluyen aspectos relevantes para que la atracción interpersonal se establezca, pero ninguna explica del todo la complejidad de responder a la pregunta de por qué nos sentimos atraídos hacia ciertas personas o por qué gustamos a otros.

Sin pretender llegar a explicar todos los factores que influyen en la atracción, hay algunas claves ‘universales’ que nos pueden servir de guía y que todos de alguna forma hemos experimentado:

  • Me gustas si te parece a mí: el efecto de la semejanza en la atracción: numerosas investigaciones revelan que nos sentimos más atraídos hacia otras personas semejantes a nosotros, bien objetivamente o de forma percibida.
  • Me gustas si te gusto: el efecto de la reciprocidad en la atracción: la atracción genera atracción, es decir, el mero hecho de saber que gustamos a otras personas es un potente reforzante que hace que tengamos sentimientos positivos hacia esa persona.
  • Me gustas si me resultas familiar: el efecto de mera exposición: la exposición a un estímulo incrementa el nivel de agrado hacia él por lo que las personas experimentan mayor atracción hacia estímulos familiares.
  • Me gustas si te considero atractivo físicamente: es un hecho, nos guste o no, que las personas atractivas son juzgadas y valoradas, al menos en un primer momento, de forma más favorable que las no atractivas.

Para concluir podemos indicar que aun existiendo factores comunes en la atracción interpersonal, las diferencias individuales y los contextos en los que se desenvuelven las personas son tan diversos, que lamentablemente no existe (o no hemos encontrado aún) la fórmula mágica que hace que nos gusten o gustemos a los demás.

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