Hace unos días me invitaron a una jornada sobre Realidad virtual, organizada por Executive Forum, que dirige mi amigo César Chiva. “¿Cómo puede ayudar esto a la vida y profesión de un psicólogo?”, pensé yo al acudir. Pronto me di cuenta de las ventajas de la Realidad virtual que, en unos años, estará ya integrada en nuestras vidas.
Con aparatos como unas gafas hololens , que nos permiten recrear visión y audición de situaciones ficticias como si lo estuviéramos viviendo. O también en habitaciones con diferentes pantallas ubicadas estratégicamente rodeándonos y sonido envolvente.
El sentido más primitivo para el ser humano es el olfato, el que más profunda e instintivamente se percibe. Hay ya máquinas que, mezclando distintas sustancias químicas, recrean olores muy diferentes. Cuando esto se extienda, nuestro cerebro realmente se meterá en las escenas virtuales que se pretendan crear. ¿Te has dado cuenta de la potencia de ciertos aromas para crear sensaciones y revivir emociones en ti? Cuando vuelves a oler el perfume que llevaba aquel primer amor de juventud… O el olor a cloro revive aquella primera piscina donde te llevaban tus padres en la infancia.
Desde el punto de vista del psicólogo, pude percibir ciertas ventajas en la Realidad virtual para mis pacientes. Se podrán recrear, en entornos seguros, situaciones que al paciente le provoquen fobia, como exposición a las alturas, animales, etcétera y así el paciente se puede ir desensibilizando.
También puede utilizarse para adiestramiento de situaciones peligrosas o complejas, sin tener que vivirlas. O la que es, a mi juicio, la mayor ventaja: Es una herramienta de “empatía perfecta”, podemos percibir ciertas cosas desde los ojos, como lo perciben otras personas. Nos podemos poner más fácilmente “en el lugar del otro”.
Sin embargo, también descubrí ciertas desventajas que tiene la Realidad virtual a día de hoy. Pese a que existen cámaras de vídeo 360º que graba el entorno en 3D, aún falta por afinar la tecnología para que proporcione al usuario una visión “menos agresiva” para su cerebro. Me explico: Nuestro cerebro está acostumbrado a ver los objetos reales, a imaginar la distancia de los objetos en función de su tamaño relativo, luces y sombras, etcétera. También está acostumbrado nuestro cerebro a percibir el entorno según vamos moviendo los ojos y fijando la vista. Cuando esta percepción es impuesta por una máquina y virtual, se necesita una adaptación de nuestro cerebro. Por ello, hay tendencia a marearse cuando se utilizan las gafas de Realidad virtual, bastante más rápido que en situaciones reales.
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