Cuando comencé a estudiar la carrera de psicología había algo claro, si un paciente se autolesionaba era porque padecía un Trastorno Límite de Personalidad (TLP), es decir, que ese signo sintomático estaba asociado a ese trastorno. Y cuando comento casos con compañeros de profesión lo primero que les viene a la cabeza ante un caso de autolesiones es un TLP. Pero a día de hoy, la cantidad de pacientes que se generan autolesiones es muy alto y no todos pueden catalogarse dentro del mismo trastorno, teniendo en cuenta además no cumplen otros criterios. ¿Qué ocurre entonces?

Los primeros casos que recuerdo de autolesiones, no relacionadas con un TLP, eran consecuencia de situaciones de bullying, donde menores se autolesionaban en su casa, a escondidas de todos. Han pasado los años y el número de menores autolesionados ha aumentado muchísimo, principalmente suelen ser mujeres. Son menores con una patología dual, por ejemplo, padecen trastornos de alimentación y se cortan, ansiedad o depresión y también se cortan. Las autolesiones son un añadido a esa patología clara en ellos, pero ¿por qué lo hacen?

La mayoría de los pacientes manifiestan lo mismo, se autolesionan para sentirse bien. Una afirmación que a mí personalmente me contraria, cómo pueden hacerse daño para sentirse bien, ¿acaso son masoquistas? En absoluto, se realizan cortes para intentar paralizar el dolor emocional que sienten. No saben cómo hacer frente a ese dolor emocional que padecen pero necesitan liberarse de él aunque sea por unos minutos, por tanto, se cortan. Pues mientras se cortan sienten un dolor físico que pueden controlar. Mientras sienten el dolor físico, no sienten el emocional. Es una forma de escapar del dolor emocional.

 

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