Llegados a esta fecha en el calendario se acumulan las celebraciones típicas de navidad: la típica de la empresa, los compañeros del departamento, los amigos de toda la vida, los amigos de la universidad y un largo etcétera más si sois de esas personas que tienen un amigo en cada hobby que realizan, que se encargan de organizar una celebración en estas fechas. Sin olvidarnos de las celebraciones con la familia.

La mayoría de nosotros no tenemos ninguna gana de asistir a alguna de las comilonas o a ninguna de ellas, pero nos obligamos hacerlo en mayor o menor medida por el qué dirán si no voy. En este caso, podemos verlo de dos formas. En primer lugar, si no queremos ir tenemos todo el derecho del mundo a no asistir digan lo que digan. No podemos sentirnos culpables por no acudir a algo que no queremos. En segundo lugar, no os paséis dos semanas antes de la celebración agobiados por la misma, pensando que ocurrirá, que no ocurrirá, etc. Aunque os pongáis en doscientas situaciones posibles ninguna será igual. Así que despejar la mente hasta la llegada del día D.

Si al final optáis por ir, pensar que el evento durará un tiempo determinado ya que la hora de irte la fijas tú. No tus compañeros o tus jefes diciendo quédate un rato más, cuando quieras dar por terminada la celebración, te marchas. Es mejor que no vayas con la idea de a tal hora me marcho porque vas a estar pendiente del reloj y no intentando disfrutar de la celebración.

Ten en mente siempre que acudas a estas a celebraciones que el objetivo es pasarlo bien y disfrutar. Es más, si piensas en celebraciones pasadas el balance será posiblemente más positivo de lo que te imaginas.

 

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