Es frecuente que los menores, entre los 2 y 4 años, no quieran separarse de sus padres porque temen perderlos. Por ello, suelen negarse a ir al colegio o cualquier otra actividad que implique separarse de ellos. En algunos casos, los menores pueden sufrir un trastorno de ansiedad por separación aunque en la mayoría de los casos continúan desarrollándose satisfactoriamente.

Cuando los padres deciden separarse o divorciarse, por los motivos personales que ellos consideren, los niños fruto de esa unión no comprenden dicha situación. Lo ideal siempre es contarles desde el principio lo ocurrido y con quien van a vivir, cuando van a ver al otro progenitor (régimen de visitas), etc. En muchos casos, el menor al no comprender porque sus padres no viven juntos y porque tiene que estar unos días a la semana con uno y otros días con otro, suelen empezar a comportarse de forma rebelde, con rabietas y tristes. Incluso produciéndose un retroceso en determinados aprendizajes conseguidos.

El menor se sentirá, al principio, culpable de dicha separación y, posteriormente, surgirán las fantasías de una posible re-unión de sus padres, deseando eso con anhelo y generándole más frustración al no suceder. Ante esto, los padres deben mostrarse pacientes y comprensivos, explicarle que su fantasía de re-unión no es posible y trabajando ello para que al menor no le genere ansiedad.

También, puede ocurrir que el menor considere a uno de los progenitores responsable de la separación y de su distanciamiento con el otro progenitor. Suele ocurrir cuando el menor tiene más apego con uno de ellos, culpabilizándole y comportándose peor con dicho progenitor respecto a cómo se comporta con el progenitor más apegado.

 

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